BARÇA vs ESPAÑOL: UN EPISODIO INÉDITO DE LA GUERRA CIVIL EN CATALUÑA (4)
En la entrega anterior sobre la desventura de José Suñol Garriga, diputado de ERC y presidente del FC Barcelona asesinado por los sublevados en la localidad madrileña de Guadarrama al comienzo de la Guerra Civil, anticipé mi voluntad de exponer las vicisitudes de la entrada en la España franquista, en plena contienda, de su padre José Suñol Casanovas. El que fuera presidente de la mayor azucarera de la época había salido de la Barcelona revolucionaria en octubre de 1936 por temor a ser asesinado y se había exiliado con su nieto José Ildefonso, único hijo de Suñol Garriga, en la localidad suiza de Montreux.
Los detalles de la entrada del viejo empresario azucarero en la zona franquista, el día 18 de julio de 1938, aniversario del golpe militar, los conocí hace cuatro años por un documento de extraordinario valor, cuyo contenido, sin embargo, me hizo cuestionarme seriamente la continuidad de mi investigación. Ante mis ojos se abría una sima insondable sobre la condición humana y su conducta en medio de los desastres de la guerra. Un abismo a donde caían arrojados sin redención, por culpa del odio, el miedo o la venganza, los vínculos de familia y de amistad, pero también los de la sana rivalidad deportiva que une a aficiones en la pasión por la defensa de los colores de su equipo y que entraña el respeto y lealtad al adversario como aquel que hace posible que el equipo propio pueda medirse consigo mismo.
Por más precauciones que uno quiera tomar ante documentos de este calado, se hace necesario hacer prevalecer la exigencia de la búsqueda de la verdad por encima de cualquier otra consideración. Sobre todo si esa exigencia puede colaborar en la permanente lección que debemos extraer de hechos tan cruentos y dolorosos como los que hace más de ochenta años fracturaron la sociedad española y, en este caso, la catalana.
El hallazgo de aquellos papeles amarillentos fue para mí una enorme sorpresa. Había preguntado en el Archivo del Tribunal Militar Territorial Tercero, con sede en Barcelona, si conservaban algún expediente contra José Suñol Garriga o contra su padre, José Suñol Casanovas. A los pocos días me respondieron que guardaban solamente una causa contra este último. Pensé que se trataba del expediente de responsabilidades políticas que se le había abierto en 1940. Me extrañaba que aquella documentación pudiera estar en un archivo de la Justicia militar, pero no le di más vueltas.
Gracias a la amabilidad de una amiga de Barcelona, que fue a fotografiarlas a la sede del archivo en el antiguo Gobierno Militar, recibí por correo electrónico las páginas del expediente el día de Año Nuevo de 2016. Nada más sumergirme en ellas, mi sorpresa fue mayúscula: se trataba en realidad del procedimiento sumarísimo número 21.480, abierto en plena Guerra Civil en San Sebastián y seguido después en Barcelona, contra el padre de José Suñol Garriga por la justicia militar franquista.
El
relato que sigue, entresacado de aquel centenar de páginas, comencé a desgranarlo
en mis notas el sábado 2 de enero de 2016. Aquel mismo día, casualidades de la
vida, se jugaba el “derby” de la Ciudad Condal, entre el Real Club Deportivo
Español y el Fútbol Club Barcelona, que quedaron empatados a cero goles.
La denuncia de Victoriano Oliveras de la Riva contra el padre de Suñol Garriga ante las autoridades franquistas de San Sebastián afirmaba literalmente:
Que habiéndome enterado que en el día 19 del cte; entró en España D. José Suñol, padre del que fue diputado por la Izquierda de Cataluña, D. José Suñol Garriga y propietario a su vez de los periódicos separatistas “La Rambla” y “La Nau” editados ambos en Barcelona desde cuyas columnas se lanzaron campañas de difamación y calumnia contra España.
Y siendo de dominio público que el citado Sr. Suñol Garriga sostenía sus empresas periodísticas y sus campañas políticas gracias a los fondos que le facilitaba su padre del que era además apoderado general, el que suscribe considera perjudicial para la Causa Nacional y depresivo para todos los buenos españoles, la permanencia de D. José Suñol en el Territorio Nacional”.
Además,
a esta denuncia seguirán en los días siguientes las declaraciones contrarias a
Suñol Casanovas por parte de varios catalanes refugiados en San Sebastián, como es el caso de Victoriano Oliveras de la Riva, al ver su vida en peligro a causa del terror que dominaba la Cataluña republicana. Es también la situación de Genaro
de la Riva Ruiz, que era entonces presidente del Español, club del que había sido
jugador entre 1911 y 1913. Casualidades del destino, De la Riva había presidido también
el club entre los años 1920-1922, cuando jugó en sus filas como portero Pedro
Ventura Virgili, “El Guantes”, asesinado junto a Suñol Garriga en la casilla de peones
camineros de Guadarrama.
En San Sebastián, el presidente del Español presentará a las autoridades franquistas una declaración escrita contra Suñol Casanovas, asegurando que “por haber actuado en asuntos deportivos en Barcelona, desde la presidencia del gran Club Deportivo Español, conoce perfectamente la actuación de José Suñol Garriga, hijo de D. José Suñol Casanova (sic), y la relación que entre la conducta del hijo y la fortuna y voluntad del padre, existió según declaraciones escuchadas al primero”.
1º.-Que en reunión verificada en el local de la Federación Catalana de Fútbol (el año 1.929), escuchó el firmante de labios del Sr. Garriga la afirmación de tener “la conformidad de su padre, con cuya ayuda económica contaba incondicionalmente, lo mismo para sus campañas políticas que periodísticas”.
2º.-Declara también que en el Círculo Ecuestre de Barcelona y con ocasión de otra reunión deportiva, José Suñol Garriga acabo diciendo: “que toda la campaña que sostenía contra el Real Club Deportivo Español era porque desde su infancia odiaba a España y tenía guerra declarada a todo lo que fuese español”. Ese incidente público y notorio exigió que el firmante requiriera por mediación del Coronel de Infantería Sr. Lagunilla y del Comandante de la misma arma D. Ricardo Orús, una inmediata reparación que no fue conseguida, obligando a los mencionados Sres. a denunciar el hecho en Capitanía y motivando la huida de Suñol Garriga al extranjero”.
La declaración del presidente del Español, a la que se unió también la de su hermano José en el mismo sentido, concluía diciendo que “el montante de estas generosas cesiones ha podido permitir, indudablemente, al hijo los dispendios en favor de la política separatista", a lo que añadía que jamás D. José Suñol Casanovas hiciera protesta pública que supusiera condenación de la conducta de su hijo”.
La presencia de Suñol Casanovas en la capital guipuzcoana provocó en los primeros momentos una notable confusión. La Delegación Provincial de FET y de las JONS recibió en aquellos días una información de un particular que había oído que el recién llegado a la zona nacional era el mismísimo Suñol Garriga, no su padre. Los falangistas lo comunicaron a la jefatura superior de Policía, que envió a un agente al Hotel Continental, en donde estaba hospedado Suñol.
El
agente pudo aclarar que el recién llegado era el “padre de José Suñol Garriga,
propietario de los periódicos “La Nau” y “La Rambla”, que se cree murió en las
filas nacionales del frente de Madrid”. Salvo omisión, se trataba de la primera
vez que aparecía consignada en un documento oficial franquista la muerte del
diputado de ERC y presidente del Barça, aunque no mencionaba la fecha ni el
lugar ni las circunstancias. Asimismo, el agente confirmaba que José Suñol
Casanovas había llegado a la ciudad el 19 de julio procedente de Montecarlo y
había salido para León tres días después.
En
la instrucción de las diligencias contra Suñol Casanovas, el Juzgado Militar
n.º 5 de San Sebastián recabará numerosos testimonios entre la colonia de
refugiados catalanes, en su mayoría de aristócratas, industriales y comerciantes.
Todos ellos resultan por lo general coincidentes: la actividad política y
periodística “izquierdista” y “antiespañola” de Suñol Garriga era sufragada
económicamente por su padre en plena comunión con las ideas de su hijo y total
complicidad con los fines que éste perseguía.
Ante
el juez militar se presentó un informe exculpatorio, cuyo autor era el valedor de Suñol Casanovas en su retorno a España: Ángel González
Vázquez, teniente coronel del ejército franquista, que le había reservado el hotel en
San Sebastián y que a la sazón desempeñaba nada menos que la responsabilidad de
Delegado de Seguridad Interior y Orden Público de León.
González
Vázquez achacará en su informe las denuncias contra el padre del presidente del
Barça a “la intriga de rivales desafortunados” movidos por el deseo de
“desplazar al Sr. Suñol de sus puestos dirigentes, apoderándose
subrepticiamente de los prósperos negocios que ha creado”.
“Don José Suñol Casanovas –afirmaba González Vázquez en su informe– es un elemento adicto al Movimiento Nacional y nada hay en su historia
que contradiga esta afirmación. Por su honradez, competencia, amor al trabajo y
cuantiosa fortuna, constituye un valor inapreciable en el campo de la Economía
Nacional donde prestaría servicios inestimables”.
En
ninguna de sus tres declaraciones sumadas a la causa, Suñol Casanovas se
refiere al asesinato de su hijo José por los sublevados, y ni mucho menos a sus
circunstancias, si bien alude a él siempre en pasado. La muerte de su hijo se
convierte en un tema tabú. Sin duda, prefiere soslayarlo ante las autoridades
franquistas a la vista de que su hijo es precisamente el centro de las
denuncias que le asedian a los pocos días de su regreso a la España nacional.
Después de la apertura de diligencias contra Suñol Casanovas, el juez militar de San Sebastián trató de localizarlo en el Hotel Continental, pero el viejo empresario, que entonces contaba con 71 años, había hecho las maletas un día después de ser denunciado para acogerse en León a la protección del Delegado de Seguridad Interior y Orden Público, el teniente coronel Ángel González Vázquez, que había gestionado su vuelta a España ante el mismísimo Cuartel General de Franco. Por la declaración de González Vázquez en el procedimiento conocemos algunos detalles de estas gestiones.
Hospedado
en un hotel de Montreux por consejo de sus amigos de la empresa Nestlé, a quien
había vendido su participación en la firma fabricante de la leche condensada
“El Niño” (ver el post anterior), el empresario azucarero comenzó desde muy pronto a mover
hilos para regresar a España, a la zona nacional. Aunque su hijo José había
sido asesinado por los sublevados, Suñol Casanovas pensó que tendría más
garantías para su vida en la España franquista que en la republicana. Con este
fin contactó, a través de una tercera persona, con Felipe Bertrán Güell,
conocido propagandista del bando sublevado que se encontraba a la sazón en
Burgos, quien le aconsejó que esperase a que “se serenasen los ánimos y se
pudiera enjuiciar imparcialmente” su actuación.
Muchas
de las declaraciones contrarias a Suñol Casanovas que obran en su causa ante la
Justicia militar franquista tienen su origen en Montreux, donde le acusaban de
haber manifestado en público su confianza en que “los rojos no solo no
perderían Madrid sino que ganarían la guerra”. Acusaciones que el empresario
negaría rotundamente en sus manifestaciones ante la justicia franquista, diciendo
entre otras cosas que “la victoria roja no solo apenaría profundamente al que
declara, sino que materialmente quedaría completamente arruinado”.
En
el mes de marzo de 1937, Suñol Casanovas dará un nuevo paso para ganarse la
confianza del régimen de Burgos, que desde los inicios de la contienda se había
incautado de su empresa azucarera, además de sus bienes y valores. En ese mes
de marzo, ocho meses después del fusilamiento de su hijo y mientras las dos
Españas batallan cruentamente en tierras de Guadalajara, el empresario
escribe una carta al general Franco mostrándole su adhesión a la causa
nacional. De esta misiva, que no figura en el expediente, remite acuse de
recibo la Secretaría del Generalísimo. También realiza Suñol Casanovas ese mes de marzo
una donación de 20.000 francos a la Comunión Tradicionalista de Valencia para
sostenimiento de las fuerzas de requetés originarias de esa provincia.
Finalmente,
consigue autorización de la asesoría jurídica del Cuartel General de Franco
para entrar en España. Será el propio teniente coronel Ángel González Vázquez
quien le espere en la frontera de Hendaya para hacerlo. Previamente, y a pesar
de tener todos sus bienes incautados en España, Suñol Casanovas había cedido al
Comité de Moneda Extranjera, que centralizaba todo el comercio de divisas en la
zona “nacional”, el saldo a su favor en moneda extranjera, así como todos sus
valores fuera de España, con el fin de hacer patente su deseo de adherirse al bando
franquista.
La transcripción del escrito que Suñol Casanovas envió a Franco en noviembre de 1938, poniéndose al servicio de la causa nacional, que figura en su procedimiento ante la justicia franquista. (Archivo Tribunal Territorial Tercero. Barcelona. Ministerio de Defensa de España)
El
19 de noviembre de 1938, cuando la suerte de la República está ya prácticamente echada
después de la sangrienta batalla del Ebro, Suñol Casanovas envía un segundo escrito al general Franco desde el Hotel Cristina de Sevilla. En dicho escrito le solicita que deje sin
efecto el decreto de 7 de noviembre de 1936 por el que se le incautaban todos
sus bienes y valores, como consecuencia del decreto de 14 de agosto anterior mediante el cual el gobierno de Burgos se había hecho con la propiedad de la Compañía
de Industrias Agrícolas.
Después de huir de Barcelona,
de la que, solo por milagro, escapé con vida, creí de mi deber como lo hice
obedeciendo estímulos de mi conciencia dirigir a V.E. una carta de la que tuve
acuse de recibo ofreciéndole mi leal adhesión. (…)
Más tarde, cuando fueron
desvaneciéndose las nebulosas que (…) egoístas y maldicientes procuraron formar
y mantener alrededor de mi modesta personalidad, vine a España, el diez y ocho
de julio de este año, seguro de la caballerosa justicia de los míos, de los
nacionales, con la tranquila seguridad del que a nada ni a nadie teme, porque
no hice mal. Y es entonces cuando se me somete a escrupulosa información el
señor delegado de Orden Público de León y cuando queda patentizado con la
evidencia mi absoluto apartamiento de la política, mi actuación en todo momento
españolista, mi incorporación al Movimiento, mis desvelos incesantes por educar
a los míos en las normas que rigen un hogar español honorable, el tono
cristiano de mi casa, el trato humano que prodigo a mis subordinados, el empleo
netamente españolista que di a mi fortuna y la injusticia de toda imputación
contraria a mi recto proceder.
Deseo, vivamente, con toda
modestia, pero con todo mi corazón, incorporar de hecho mis actividades a la
tarea del resurgimiento de España, [a pesar] del estigma que sobre mí y, por
ende, sobre mis familiares pesa. La España nacional (sic) V.E. que es la
encarnación de las virtudes de España no puede permitir que se prolongue un día
más esta trágica situación que no merezco.
Por ello, invoco la justicia,
que es postulado principal de nuestra revolución y, pronto y dispuesto a
responder de la pureza de mis actos,
SUPLICO a V.E. se digne
acordar que queden sin efecto, en lo que respecta las sanciones impuestas en el
Decreto de 7 de noviembre de 1936 como que se declare mi completa
inculpabilidad. Porque es de justicia pido en Sevilla para Burgos a diez y
nueve de noviembre de mil novecientos treinta y ocho tercer año triunfal.
Firmado José Suñol”
A pesar de todo, y mientras se instruyen las diligencias a consecuencia de las denuncias contra él, el juez militar ordena su ingreso en diciembre en la Prisión Provincial de San Sebastián. Poco después, el 14 de enero de 1939, se dictará su prisión atenuada en la Clínica de San Ignacio, en el barrio de Ategorrieta, donde unos meses antes había fallecido el diestro Manolo Bienvenida.
El 2 de febrero de 1939, el Juzgado Militar n.º 5 de San Sebastián decreta la libertad provisional de Suñol Casanovas y traslada las actuaciones el 9 de junio siguiente, una vez terminada la guerra, al Juzgado Militar n.º 18 de Barcelona. Al mismo tiempo, en la Ciudad Condal, como ya quedó dicho, se instruye contra él un procedimiento de responsabilidades políticas que concluirá con una multa de 5 millones de pesetas y la inhabilitación especial perpetua para desempeñar el cargo de presidente, consejero o consejero gerente de cualquier entidad industrial o civil, sea pública o privada. Motivo por el cual, al final de ese año vuelve a dejar la presidencia de la Compañía de Industrias Agrícolas, aunque la recuperará un año más tarde.
Las
diligencias abiertas por las denuncias de los catalanes refugiados en San
Sebastián terminarán elevándose a causa el 7 de mayo de 1940, por procedimiento
sumarísimo de urgencia, bajo la acusación del delito de auxilio a la rebelión,
por “proteger la actuación política, marcadamente izquierdista y separatista de
su fallecido hijo José Suñol Garriga, subvencionando las campañas de prensa que
éste hacía en los diarios de su propiedad “La Rambla” y “La Nau””, así como por
haber pronunciado en el extranjero frases contra el “Glorioso Movimiento
Nacional”. Se le acusa incluso de haber pagado el taxi en el que su hijo viajó
con el dirigente socialista Indalecio Prieto desde Zaragoza a Egea de los
Caballeros para asistir a un mitin.
En su favor declararan dos antiguos y leales compañeros de la aventura empresarial de la azucarera Compañía de Industrias Agrícolas. Uno de ellos es Antonio Bordas Vidal, veterano gerente de la firma incluso bajo su incautación por las autoridades franquistas. Bordas Vidal manifestara que a Suñol Casanovas “no le ha visto intervenir nunca en política ni en cuestiones sociales, expresándose en distintas ocasiones, ante el declarante, como españolista y de ideas conservadoras”.
El segundo testigo que sale al quite de las acusaciones contra Suñol Casanovas es el banquero José Garí Gimeno, socio y vicepresidente de la azucarera, que señalará que “nunca le oí manifestaciones de Catalanismo, ni de entusiasmo por la autonomía de Cataluña, de la que desconfiaba por la orientación anárquica que las cuestiones sociales iban tomando desde su implantación y la de la República, habiendo hecho manifestaciones en tal sentido en ocasión de la Junta general que presidió”.
El sentido favorable de la declaración de Garí Gimeno desmiente la hipótesis sobre su supuesta maquinación contra Suñol Casanovas para hacerse con el control de la compañía, como ha apuntado algún autor. Muy al contrario, el banquero demostraba un gran valor, como haría después en la posguerra con otras personas, declarando en favor de quienes los vencedores tenían en su punto de mira.
La
causa contra el padre de Suñol Garriga concluirá el 6 de
diciembre de 1940 con el sobreseimiento provisional, a pesar de que, según el
auto judicial, “de lo actuado, parece desprenderse que el encartado José Suñol Casanovas
es persona de antecedentes izquierdistas, con posible actuación política a
favor del (sic) Esquerra Republicana de Cataluña” y de que apoyaba
financieramente, sin oponerse a ella, la campaña “separatista” del diario “La
Rambla” que dirigía su hijo.
Sin
embargo, el auditor de guerra consideraba que, al tratarse de actuaciones
anteriores a la guerra, entraban en el marco de la Ley de Responsabilidades
Políticas. Entendía también que no aparecía justificado el cargo de auxilio a
la rebelión, es decir actuaciones de resistencia a la sublevación militar, dado
que se había exiliado en octubre de 1936, primero a Francia y luego a Suiza,
“al ver que la CNT-FAI imponía el terror”.
En
todo el procedimiento abierto contra él por la justicia militar franquista,
Suñol Casanovas renegará en tres ocasiones, como un San Pedro, de la ideología
y la actividad políticas de su hijo José. En su declaración del 11 de enero de
1939 en San Sebastián se afirma que “el declarante condenaba con toda energía
la actuación de su hijo”. Y en la que realiza en Barcelona el 4 de abril de
1940 aseguraba ser “totalmente apolítico y contrario a las ideas de su hijo”.
En
realidad, tales declaraciones no hacían sino reiterar lo que Suñol Casanovas ya
había manifestado en una primera ocasión, a su regreso a España en julio de
1938, en un escrito remitido al Delegado de Seguridad Interior y Orden Público
de León. En este escrito, no dudará en parapetarse frente a las acusaciones
franquistas con la revelación del supuesto carácter incontrolable de su hijo,
además de su autonomía financiera para sufragar su dedicación “a la política,
el fútbol y a otras apasionadas inclinaciones suyas”, aunque subrayara al mismo
tiempo que su hijo “no daba importancia alguna al dinero”. Llega incluso a
acusar a su hijo de haber cometido desfalcos contra su propia empresa por valor
de 300.000 pesetas, cantidad que tuvo que reponer de su bolsillo.
Por
otro lado, Suñol Casanovas asegura en su declaración que su hijo tuvo problemas
de adicción a la morfina a raíz de una operación de una grave apendicitis cuando
era joven, lo que le impidió terminar los estudios de Derecho, si bien no dice de
ningún modo que hubiera recaído, cuestión que sirvió ya en plena contienda a
sus rivales políticos para vilipendiar la figura del “presidente mártir” del Barça, como
señalan Josep Maria Solé i Sabaté y Oriol Dueñas e Iturbe en su estudio “El
franquisme contra Esquerra” (Fundació Josep Irla). Así, su padre es muy claro
al reconocer que los choques con su hijo se producían a causa de sus
actividades políticas y periodísticas. De hecho, el viejo Suñol había llegado a
pensar en desheredar a su hijo si no renunciaba a su compromiso político.
Pero,
a pesar de todo, la declaración del padre trasluce un gran afecto y admiración
por el hijo, al que describe con numerosos elogios como persona de “excelente
corazón”, “clara inteligencia”, “singular don de gentes”, “temperamento
mercantil” o “cualidades nativas para el comercio”. Prueba de ello es la
confianza que depositaron en él las personas que le rodeaban, al requerirle que
asumiera responsabilidades que nadie quería para sí.
Sorprende
también en la declaración la mención a una cuenta de crédito que su hijo José
poseía en el Banco de Bilbao de Barcelona. Este hecho llega a su conocimiento
una vez comenzada la Guerra Civil y, por tanto, cuando ya se ha difundido la
noticia del fusilamiento de su hijo. La cuenta presentaba un descubierto de
90.000 pesetas, lo que de forma lógica lleva a recordar las 50.000 pesetas que,
según algunos testimonios, portaba el presidente del Barça en el momento de su
desaparición.
Nada
verosímil parece, por el contrario, el intento de Suñol Casanovas por vincular
la actividad política de su hijo a unos supuestos trastornos nerviosos que
padecía. Intento que tiene más de afán exculpatorio que otra cosa, por dar a
entender a los franquistas que su hijo actuaba en política sin plenas
facultades mentales, y que por tanto dicha actuación difícilmente podría estar
inspirada por él como progenitor. Otros testigos del proceso contra Suñol
Casanovas incidirán en este extremo, y alguno llegará a hablar explícitamente
de la “demencia” de su hijo.
Más allá de esto, es indudable que la
declaración de Suñol Casanovas evoca el eterno conflicto entre un padre de
carácter dominante, defensor del orden tradicional, y un hijo inconformista, en declarada rebeldía contra su progenitor y
por ende contra los usos y costumbres de una sociedad que
considera impermeable al cambio.
Si Suñol Garriga se ha confirmado como una
figura adelantada a su tiempo, innovadora y vitalista, apasionada por la
política, el periodismo y el deporte, la declaración del padre ante los
franquistas no hace sino subrayar su extraordinario carácter, más
aún a sabiendas de sus posibles fragilidades.
Sirvan
estas líneas, una vez más, para evidenciar las crueles vicisitudes de una
guerra civil como la española, que condenó a miembros de tantas familias a
luchar entre sí, denunciándose y dañándose como enemigos mortales en una locura
colectiva en la que simples y naturales rivalidades personales, políticas, geográficas,
deportivas o empresariales se convirtieron también en excusa y propósito para perseguir y
destruir al adversario. Un viejo veterano de la contienda que entrevisté
veinte años atrás, Avelino Codes Soriano, lo resumía acertadamente con una sabia sentencia que podría
haber sido escrita por un clásico como Tucídides: “En la guerra todo es
guerra”.