BARÇA vs ESPAÑOL: UN EPISODIO INÉDITO DE LA GUERRA CIVIL EN CATALUÑA (4)

 

Los equipos del FC Barcelona y el CD Español en la temporada 1934-1935 de la liga de fútbol. (Crónica, 3 de febrero de 1935. Biblioteca Nacional de España). La sana y natural rivalidad deportiva daría lugar en la Guerra Civil a una dramática confrontación con las  familias de sus respectivos dirigentes como protagonistas.

En la entrega anterior sobre la desventura de José Suñol Garriga, diputado de ERC y presidente del FC Barcelona asesinado por los sublevados en la localidad madrileña de Guadarrama al comienzo de la Guerra Civil, anticipé mi voluntad de exponer las vicisitudes de la entrada en la España franquista, en plena contienda, de su padre José Suñol Casanovas. El que fuera presidente de la mayor azucarera de la época había salido de la Barcelona revolucionaria en octubre de 1936 por temor a ser asesinado y se había exiliado con su nieto José Ildefonso, único hijo de Suñol Garriga, en la localidad suiza de Montreux.

Los detalles de la entrada del viejo empresario azucarero en la zona franquista, el día 18 de julio de 1938, aniversario del golpe militar, los conocí hace cuatro años por un documento de extraordinario valor, cuyo contenido, sin embargo, me hizo cuestionarme seriamente la continuidad de mi investigación. Ante mis ojos se abría una sima insondable sobre la condición humana y su conducta en medio de los desastres de la guerra. Un abismo a donde caían arrojados sin redención, por culpa del odio, el miedo o la venganza, los vínculos de familia y de amistad, pero también los de la sana rivalidad deportiva que une a aficiones en la pasión por la defensa de los colores de su equipo y que entraña el respeto y lealtad al adversario como aquel que hace posible que el equipo propio pueda medirse consigo mismo

A la izquierda, José Suñol Garriga, presidente del Barça y diputado de ERC, fusilado por los sublevados el 6 de agosto de 1936 en la localidad madrileña de Guadarrama. A la derecha, su padre, José Suñol Casanovas, que poco después mostraría su adhesión al bando franquista después de abandonar la Cataluña revolucionaria al temer por su vida. 

Por más precauciones que uno quiera tomar ante documentos de este calado, se hace necesario hacer prevalecer la exigencia de la búsqueda de la verdad por encima de cualquier otra consideración. Sobre todo si esa exigencia puede colaborar en la permanente lección que debemos extraer de hechos tan cruentos y dolorosos como los que hace más de ochenta años fracturaron la sociedad española  y, en este caso, la catalana.    

El hallazgo de aquellos papeles amarillentos fue para mí una enorme sorpresa. Había preguntado en el Archivo del Tribunal Militar Territorial Tercero, con sede en Barcelona, si conservaban algún expediente contra José Suñol Garriga o contra su padre, José Suñol Casanovas. A los pocos días me respondieron que guardaban solamente una causa contra este último. Pensé que se trataba del expediente de responsabilidades políticas que se le había abierto en 1940. Me extrañaba que aquella documentación pudiera estar en un archivo de la Justicia militar, pero no le di más vueltas. 

Gracias a la amabilidad de una amiga de Barcelona, que fue a fotografiarlas a la sede del archivo en el antiguo Gobierno Militar, recibí por correo electrónico las páginas del expediente el día de Año Nuevo de 2016. Nada más sumergirme en ellas, mi sorpresa fue mayúscula: se trataba en realidad del procedimiento sumarísimo número 21.480, abierto en plena Guerra Civil en San Sebastián y seguido después en Barcelona, contra el padre de José Suñol Garriga por la justicia militar franquista.  

El relato que sigue, entresacado de aquel centenar de páginas, comencé a desgranarlo en mis notas el sábado 2 de enero de 2016. Aquel mismo día, casualidades de la vida, se jugaba el “derby” de la Ciudad Condal, entre el Real Club Deportivo Español y el Fútbol Club Barcelona, que quedaron empatados a cero goles.


La entrada de José Suñol Casanovas en la España franquista, en plena contienda, provocó la confusión en las fuerzas policiales al creer que se trataba de su hijo, el presidente del Barça y diputado de ERC. Este informe de la Comisaría de San Sebastián de julio de 1938 aclara el malentendido. Se trata del primer documento franquista que menciona la muerte de Suñol Garriga "en las filas nacionales del frente de Madrid" (Archivo Histórico Nacional. Madrid)

          El lector se preguntará por qué anoto esta coincidente circunstancia del “derby” entre el Español y el Barça. Lo diré sin tapujos: el expediente del proceso militar contra José Suñol Casanovas comienza con la denuncia que formula el 21 de julio de 1938, ante el gobernador militar de San Sebastián, un teniente provisional de Regulares originario de Barcelona, Victoriano Oliveras de la Riva, futuro presidente del Español entre los años 1960 y 1962, al descubrir en la capital guipuzcoana la presencia del padre de José Suñol Garriga, presidente del Barça.

La denuncia de Victoriano Oliveras de la Riva contra el padre de Suñol Garriga ante las autoridades franquistas de San Sebastián afirmaba literalmente:

 “El que suscribe D. Victoriano Oliveras de la Riva, Teniente provisional, de la mehalla de Gomara a V.E. respetuosamente expone:

Que habiéndome enterado que en el día 19 del cte; entró en España D. José Suñol, padre del que fue diputado por la Izquierda de Cataluña, D. José Suñol Garriga y propietario a su vez de los periódicos separatistas “La Rambla” y “La Nau” editados ambos en Barcelona desde cuyas columnas se lanzaron campañas de difamación y calumnia contra España.

Y siendo de dominio público que el citado Sr. Suñol Garriga sostenía sus empresas periodísticas y sus campañas políticas gracias a los fondos que le facilitaba su padre del que era además apoderado general, el que suscribe considera perjudicial para la Causa Nacional y depresivo para todos los buenos españoles, la permanencia de D. José Suñol en el Territorio Nacional”.

Además, a esta denuncia seguirán en los días siguientes las declaraciones contrarias a Suñol Casanovas por parte de varios catalanes refugiados en San Sebastián, como es el caso de Victoriano Oliveras de la Riva, al ver su vida en peligro a causa del terror que dominaba  la Cataluña republicana. Es también la situación de Genaro de la Riva Ruiz, que era entonces presidente del Español, club del que había sido jugador entre 1911 y 1913. Casualidades del destino, De la Riva había presidido también el club entre los años 1920-1922, cuando jugó en sus filas como portero Pedro Ventura Virgili, “El Guantes”, asesinado junto a Suñol Garriga en la casilla de peones camineros de Guadarrama. 

Genaro de la Riva, presidente del Espanyol durante la Guerra Civil, que denunciaría a Suñol Casanovas, padre del presidente del Barça, cuando regresó a la España franquista en julio de 1938 desde su exilio en Suiza

En San Sebastián, el presidente del Español presentará a las autoridades franquistas una declaración escrita contra Suñol Casanovas,  asegurando que “por haber actuado en asuntos deportivos en Barcelona, desde la presidencia del gran Club Deportivo Español, conoce perfectamente la actuación de José Suñol Garriga, hijo de D. José Suñol Casanova (sic), y la relación que entre la conducta del hijo y la fortuna y voluntad del padre, existió según declaraciones escuchadas al primero”.

 “A virtud –asegura la declaración de Genaro de la Riva– de este trato obligado con José Suñol Garriga, puedo afirmar terminantemente:

1º.-Que en reunión verificada en el local de la Federación Catalana de Fútbol (el año 1.929), escuchó el firmante de labios del Sr. Garriga la afirmación de tener “la conformidad de su padre, con cuya ayuda económica contaba incondicionalmente, lo mismo para sus campañas políticas que periodísticas”.

2º.-Declara también que en el Círculo Ecuestre de Barcelona y con ocasión de otra reunión deportiva, José Suñol Garriga acabo diciendo: “que toda la campaña que sostenía contra el Real Club Deportivo Español era porque desde su infancia odiaba a España y tenía guerra declarada a todo lo que fuese español”. Ese incidente público y notorio exigió que el firmante requiriera por mediación del Coronel de Infantería Sr. Lagunilla y del Comandante de la misma arma D. Ricardo Orús, una inmediata reparación que no fue conseguida, obligando a los mencionados Sres. a denunciar el hecho en Capitanía y motivando la huida de Suñol Garriga al extranjero”.

 De la Riva asegura a continuación que “puedo afirmar que José Suñol Garriga no hubiera podido desenvolver su actuación anti-española de no haber sido por la protección económica que le prestó su padre D. José Suñol Casanovas”.

La declaración del presidente del Español, a la que se unió también la de su hermano José en el mismo sentido, concluía diciendo que “el montante de estas generosas cesiones ha podido permitir, indudablemente, al hijo los dispendios en favor de la política separatista", a lo que añadía que jamás D. José Suñol Casanovas hiciera protesta pública que supusiera condenación de la conducta de su hijo”.

La presencia de Suñol Casanovas en la capital guipuzcoana provocó en los primeros momentos una notable confusión. La Delegación Provincial de FET y de las JONS recibió en aquellos días una información de un particular que había oído que el recién llegado a la zona nacional era el mismísimo Suñol Garriga, no su padre. Los falangistas lo comunicaron a la jefatura superior de Policía, que envió a un agente al Hotel Continental, en donde estaba hospedado Suñol.

El agente pudo aclarar que el recién llegado era el “padre de José Suñol Garriga, propietario de los periódicos “La Nau” y “La Rambla”, que se cree murió en las filas nacionales del frente de Madrid”. Salvo omisión, se trataba de la primera vez que aparecía consignada en un documento oficial franquista la muerte del diputado de ERC y presidente del Barça, aunque no mencionaba la fecha ni el lugar ni las circunstancias. Asimismo, el agente confirmaba que José Suñol Casanovas había llegado a la ciudad el 19 de julio procedente de Montecarlo y había salido para León tres días después.

En la instrucción de las diligencias contra Suñol Casanovas, el Juzgado Militar n.º 5 de San Sebastián recabará numerosos testimonios entre la colonia de refugiados catalanes, en su mayoría de aristócratas, industriales y comerciantes. Todos ellos resultan por lo general coincidentes: la actividad política y periodística “izquierdista” y “antiespañola” de Suñol Garriga era sufragada económicamente por su padre en plena comunión con las ideas de su hijo y total complicidad con los fines que éste perseguía.

Ante el juez militar se presentó un informe exculpatorio, cuyo autor era el valedor de Suñol Casanovas en su retorno a España: Ángel González Vázquez, teniente coronel del ejército franquista, que le había reservado el hotel en San Sebastián y que a la sazón desempeñaba nada menos que la responsabilidad de Delegado de Seguridad Interior y Orden Público de León.

González Vázquez achacará en su informe las denuncias contra el padre del presidente del Barça a “la intriga de rivales desafortunados” movidos por el deseo de “desplazar al Sr. Suñol de sus puestos dirigentes, apoderándose subrepticiamente de los prósperos negocios que ha creado”.

 “Don José Suñol Casanovas –afirmaba González Vázquez en su informe– es un elemento adicto al Movimiento Nacional y nada hay en su historia que contradiga esta afirmación. Por su honradez, competencia, amor al trabajo y cuantiosa fortuna, constituye un valor inapreciable en el campo de la Economía Nacional donde prestaría servicios inestimables”.

En ninguna de sus tres declaraciones sumadas a la causa, Suñol Casanovas se refiere al asesinato de su hijo José por los sublevados, y ni mucho menos a sus circunstancias, si bien alude a él siempre en pasado. La muerte de su hijo se convierte en un tema tabú. Sin duda, prefiere soslayarlo ante las autoridades franquistas a la vista de que su hijo es precisamente el centro de las denuncias que le asedian a los pocos días de su regreso a la España nacional.

Declaración escrita de Genaro de la Riva, presidente del Español, contra el padre de Suñol Garriga, a quien acusa de haber financiado las actividades políticas y periodísticas "anti-españolas" del diputado de ERC y presidente del Barça 

Después de la apertura de diligencias contra Suñol Casanovas, el juez militar de San Sebastián trató de localizarlo en el Hotel Continental, pero el viejo empresario, que entonces contaba con 71 años, había hecho las maletas un día después de ser denunciado para acogerse en León a la protección del Delegado de Seguridad Interior y Orden Público, el teniente coronel Ángel González Vázquez, que había gestionado su vuelta a España ante el mismísimo Cuartel General de Franco. Por la declaración de González Vázquez en el procedimiento conocemos algunos detalles de estas gestiones.

Hospedado en un hotel de Montreux por consejo de sus amigos de la empresa Nestlé, a quien había vendido su participación en la firma fabricante de la leche condensada “El Niño” (ver el post anterior), el empresario azucarero comenzó desde muy pronto a mover hilos para regresar a España, a la zona nacional. Aunque su hijo José había sido asesinado por los sublevados, Suñol Casanovas pensó que tendría más garantías para su vida en la España franquista que en la republicana. Con este fin contactó, a través de una tercera persona, con Felipe Bertrán Güell, conocido propagandista del bando sublevado que se encontraba a la sazón en Burgos, quien le aconsejó que esperase a que “se serenasen los ánimos y se pudiera enjuiciar imparcialmente” su actuación.

Muchas de las declaraciones contrarias a Suñol Casanovas que obran en su causa ante la Justicia militar franquista tienen su origen en Montreux, donde le acusaban de haber manifestado en público su confianza en que “los rojos no solo no perderían Madrid sino que ganarían la guerra”. Acusaciones que el empresario negaría rotundamente en sus manifestaciones ante la justicia franquista, diciendo entre otras cosas que “la victoria roja no solo apenaría profundamente al que declara, sino que materialmente quedaría completamente arruinado”.

El castillo de Chillon, en Montreux, a orillas del lago Lemán, en Suiza, donde estuvo exiliado el padre de Suñol Garriga después de salir de la Cataluña revolucionaria en octubre de 1936 al ver amenazada su vida pese al fusilamiento de su hijo por los sublevados

En el mes de marzo de 1937, Suñol Casanovas dará un nuevo paso para ganarse la confianza del régimen de Burgos, que desde los inicios de la contienda se había incautado de su empresa azucarera, además de sus bienes y valores. En ese mes de marzo, ocho meses después del fusilamiento de su hijo y mientras las dos Españas batallan cruentamente en tierras de Guadalajara, el empresario escribe una carta al general Franco mostrándole su adhesión a la causa nacional. De esta misiva, que no figura en el expediente, remite acuse de recibo la Secretaría del Generalísimo. También realiza Suñol Casanovas ese mes de marzo una donación de 20.000 francos a la Comunión Tradicionalista de Valencia para sostenimiento de las fuerzas de requetés originarias de esa provincia.

Finalmente, consigue autorización de la asesoría jurídica del Cuartel General de Franco para entrar en España. Será el propio teniente coronel Ángel González Vázquez quien le espere en la frontera de Hendaya para hacerlo. Previamente, y a pesar de tener todos sus bienes incautados en España, Suñol Casanovas había cedido al Comité de Moneda Extranjera, que centralizaba todo el comercio de divisas en la zona “nacional”, el saldo a su favor en moneda extranjera, así como todos sus valores fuera de España, con el fin de hacer patente su deseo de adherirse al bando franquista.

La transcripción del escrito que Suñol Casanovas envió a Franco en noviembre de 1938, poniéndose al servicio de la causa nacional, que figura en su procedimiento ante la justicia franquista. (Archivo Tribunal Territorial Tercero. Barcelona. Ministerio de Defensa de España)

El 19 de noviembre de 1938, cuando la suerte de la República está ya prácticamente echada después de la sangrienta batalla del Ebro, Suñol Casanovas envía un segundo escrito al general Franco desde el Hotel Cristina de Sevilla.  En dicho escrito le solicita que deje sin efecto el decreto de 7 de noviembre de 1936 por el que se le incautaban todos sus bienes y valores, como consecuencia del decreto de 14 de agosto anterior mediante el cual el gobierno de Burgos se había hecho con la propiedad de la Compañía de Industrias Agrícolas.

 “La sanción, justísima para el que la merezca, supone –escribía Suñol Casanovas a Franco– tacha de traidor a España, de marxista, de enemigo del movimiento, en una palabra de indigno de convivir con los que se amparan en la autoridad de V.E. Y porque mi conciencia no me acusa, en toda mi vida, de un solo acto, ni de una sola omisión contrarios a mi patria es por lo que apelo a la justicia de V.E. para que el castigo quede sin efecto.

Después de huir de Barcelona, de la que, solo por milagro, escapé con vida, creí de mi deber como lo hice obedeciendo estímulos de mi conciencia dirigir a V.E. una carta de la que tuve acuse de recibo ofreciéndole mi leal adhesión. (…)

Más tarde, cuando fueron desvaneciéndose las nebulosas que (…) egoístas y maldicientes procuraron formar y mantener alrededor de mi modesta personalidad, vine a España, el diez y ocho de julio de este año, seguro de la caballerosa justicia de los míos, de los nacionales, con la tranquila seguridad del que a nada ni a nadie teme, porque no hice mal. Y es entonces cuando se me somete a escrupulosa información el señor delegado de Orden Público de León y cuando queda patentizado con la evidencia mi absoluto apartamiento de la política, mi actuación en todo momento españolista, mi incorporación al Movimiento, mis desvelos incesantes por educar a los míos en las normas que rigen un hogar español honorable, el tono cristiano de mi casa, el trato humano que prodigo a mis subordinados, el empleo netamente españolista que di a mi fortuna y la injusticia de toda imputación contraria a mi recto proceder.

Deseo, vivamente, con toda modestia, pero con todo mi corazón, incorporar de hecho mis actividades a la tarea del resurgimiento de España, [a pesar] del estigma que sobre mí y, por ende, sobre mis familiares pesa. La España nacional (sic) V.E. que es la encarnación de las virtudes de España no puede permitir que se prolongue un día más esta trágica situación que no merezco.

Por ello, invoco la justicia, que es postulado principal de nuestra revolución y, pronto y dispuesto a responder de la pureza de mis actos,

SUPLICO a V.E. se digne acordar que queden sin efecto, en lo que respecta las sanciones impuestas en el Decreto de 7 de noviembre de 1936 como que se declare mi completa inculpabilidad. Porque es de justicia pido en Sevilla para Burgos a diez y nueve de noviembre de mil novecientos treinta y ocho tercer año triunfal.

Firmado José Suñol”

 Las reiteradas alusiones a la justicia como columna vertebral del “Movimiento Nacional” no dejan de sorprender en un padre que había conocido el fusilamiento de su hijo, sin juicio alguno, por las mismas tropas de las que, en el momento de redactar este escrito, Franco era ya Generalísimo. Quizá haya que leer entre líneas de dichas alusiones la dolorosa intención de un hombre dispuesto a pasar la página del asesinato de su hijo con tal de salvarse a sí mismo y al resto de su familia, incluidos la mujer y el hijo de Suñol Garriga, del castigo de los vencedores.

 A pesar de todo, y mientras se instruyen las diligencias a consecuencia de las denuncias contra él, el juez militar ordena su ingreso en diciembre en la Prisión Provincial de San Sebastián. Poco después, el 14 de enero de 1939, se dictará su prisión atenuada en la Clínica de San Ignacio, en el barrio de Ategorrieta, donde unos meses antes había fallecido el diestro Manolo Bienvenida.

La Clínica San Ignacio de San Sebastián, donde los franquistas mantuvieron en prisión atenuada al padre de Suñol Garriga a comienzo de 1939

El 2 de febrero de 1939, el Juzgado Militar n.º 5 de San Sebastián decreta la libertad provisional de Suñol Casanovas y traslada las actuaciones el 9 de junio siguiente, una vez terminada la guerra, al Juzgado Militar n.º 18 de Barcelona. Al mismo tiempo, en la Ciudad Condal, como ya quedó dicho, se instruye contra él un procedimiento de responsabilidades políticas que concluirá con una multa de 5 millones de pesetas y la inhabilitación especial perpetua para desempeñar el cargo de presidente, consejero o consejero gerente de cualquier entidad industrial o civil, sea pública o privada. Motivo por el cual, al final de ese año vuelve a dejar la presidencia de la Compañía de Industrias Agrícolas, aunque la recuperará un año más tarde.

Las diligencias abiertas por las denuncias de los catalanes refugiados en San Sebastián terminarán elevándose a causa el 7 de mayo de 1940, por procedimiento sumarísimo de urgencia, bajo la acusación del delito de auxilio a la rebelión, por “proteger la actuación política, marcadamente izquierdista y separatista de su fallecido hijo José Suñol Garriga, subvencionando las campañas de prensa que éste hacía en los diarios de su propiedad “La Rambla” y “La Nau””, así como por haber pronunciado en el extranjero frases contra el “Glorioso Movimiento Nacional”. Se le acusa incluso de haber pagado el taxi en el que su hijo viajó con el dirigente socialista Indalecio Prieto desde Zaragoza a Egea de los Caballeros para asistir a un mitin. 

En su favor declararan dos antiguos y leales compañeros de la aventura empresarial de la azucarera Compañía de Industrias Agrícolas. Uno de ellos es Antonio Bordas Vidal, veterano gerente de la firma incluso bajo su incautación por las autoridades franquistas. Bordas Vidal manifestara que a Suñol Casanovas “no le ha visto intervenir nunca en política ni en cuestiones sociales, expresándose en distintas ocasiones, ante el declarante, como españolista y de ideas conservadoras”.

El segundo testigo que sale al quite de las acusaciones contra Suñol Casanovas es el banquero José Garí Gimeno, socio y vicepresidente de la azucarera, que señalará que “nunca le oí manifestaciones de Catalanismo, ni de entusiasmo por la autonomía de Cataluña, de la que desconfiaba por la orientación anárquica que las cuestiones sociales iban tomando desde su implantación y la de la República, habiendo hecho manifestaciones en tal sentido en ocasión de la Junta general que presidió”.    

 El sentido favorable de la declaración de Garí Gimeno desmiente la hipótesis sobre su supuesta maquinación contra Suñol Casanovas para hacerse con el control de la compañía, como ha apuntado algún autor. Muy al contrario, el banquero demostraba un gran valor, como haría después en la posguerra con otras personas, declarando en favor de quienes los vencedores tenían en su punto de mira.

La causa contra el padre de Suñol Garriga concluirá el 6 de diciembre de 1940 con el sobreseimiento provisional, a pesar de que, según el auto judicial, “de lo actuado, parece desprenderse que el encartado José Suñol Casanovas es persona de antecedentes izquierdistas, con posible actuación política a favor del (sic) Esquerra Republicana de Cataluña” y de que apoyaba financieramente, sin oponerse a ella, la campaña “separatista” del diario “La Rambla” que dirigía su hijo.

Sin embargo, el auditor de guerra consideraba que, al tratarse de actuaciones anteriores a la guerra, entraban en el marco de la Ley de Responsabilidades Políticas. Entendía también que no aparecía justificado el cargo de auxilio a la rebelión, es decir actuaciones de resistencia a la sublevación militar, dado que se había exiliado en octubre de 1936, primero a Francia y luego a Suiza, “al ver que la CNT-FAI imponía el terror”.

En todo el procedimiento abierto contra él por la justicia militar franquista, Suñol Casanovas renegará en tres ocasiones, como un San Pedro, de la ideología y la actividad políticas de su hijo José. En su declaración del 11 de enero de 1939 en San Sebastián se afirma que “el declarante condenaba con toda energía la actuación de su hijo”. Y en la que realiza en Barcelona el 4 de abril de 1940 aseguraba ser “totalmente apolítico y contrario a las ideas de su hijo”.

En realidad, tales declaraciones no hacían sino reiterar lo que Suñol Casanovas ya había manifestado en una primera ocasión, a su regreso a España en julio de 1938, en un escrito remitido al Delegado de Seguridad Interior y Orden Público de León. En este escrito, no dudará en parapetarse frente a las acusaciones franquistas con la revelación del supuesto carácter incontrolable de su hijo, además de su autonomía financiera para sufragar su dedicación “a la política, el fútbol y a otras apasionadas inclinaciones suyas”, aunque subrayara al mismo tiempo que su hijo “no daba importancia alguna al dinero”. Llega incluso a acusar a su hijo de haber cometido desfalcos contra su propia empresa por valor de 300.000 pesetas, cantidad que tuvo que reponer de su bolsillo.

Primera página de la declaración realizada por José Suñol Casanovas en julio de 1938 ante las autoridades franquistas sobre las actividades políticas de su hijo José. (Archivo Tribunal Territorial Tercero. Barcelona. Ministerio de Defensa de España)

Por otro lado, Suñol Casanovas asegura en su declaración que su hijo tuvo problemas de adicción a la morfina a raíz de una operación de una grave apendicitis cuando era joven, lo que le impidió terminar los estudios de Derecho, si bien no dice de ningún modo que hubiera recaído, cuestión que sirvió ya en plena contienda a sus rivales políticos para vilipendiar la figura del “presidente mártir” del Barça, como señalan Josep Maria Solé i Sabaté y Oriol Dueñas e Iturbe en su estudio “El franquisme contra Esquerra” (Fundació Josep Irla). Así, su padre es muy claro al reconocer que los choques con su hijo se producían a causa de sus actividades políticas y periodísticas. De hecho, el viejo Suñol había llegado a pensar en desheredar a su hijo si no renunciaba a su compromiso político.

Pero, a pesar de todo, la declaración del padre trasluce un gran afecto y admiración por el hijo, al que describe con numerosos elogios como persona de “excelente corazón”, “clara inteligencia”, “singular don de gentes”, “temperamento mercantil” o “cualidades nativas para el comercio”. Prueba de ello es la confianza que depositaron en él las personas que le rodeaban, al requerirle que asumiera responsabilidades que nadie quería para sí.   

Sorprende también en la declaración la mención a una cuenta de crédito que su hijo José poseía en el Banco de Bilbao de Barcelona. Este hecho llega a su conocimiento una vez comenzada la Guerra Civil y, por tanto, cuando ya se ha difundido la noticia del fusilamiento de su hijo. La cuenta presentaba un descubierto de 90.000 pesetas, lo que de forma lógica lleva a recordar las 50.000 pesetas que, según algunos testimonios, portaba el presidente del Barça en el momento de su desaparición.

Nada verosímil parece, por el contrario, el intento de Suñol Casanovas por vincular la actividad política de su hijo a unos supuestos trastornos nerviosos que padecía. Intento que tiene más de afán exculpatorio que otra cosa, por dar a entender a los franquistas que su hijo actuaba en política sin plenas facultades mentales, y que por tanto dicha actuación difícilmente podría estar inspirada por él como progenitor. Otros testigos del proceso contra Suñol Casanovas incidirán en este extremo, y alguno llegará a hablar explícitamente de la “demencia” de su hijo.

 Más allá de esto, es indudable que la declaración de Suñol Casanovas evoca el eterno conflicto entre un padre de carácter dominante, defensor del orden tradicional, y un hijo inconformista, en declarada rebeldía contra su progenitor y por ende contra los usos y costumbres de una sociedad que considera impermeable al cambio.

 Si Suñol Garriga se ha confirmado como una figura adelantada a su tiempo, innovadora y vitalista, apasionada por la política, el periodismo y el deporte, la declaración del padre ante los franquistas no hace sino subrayar su extraordinario carácter, más aún a sabiendas de sus posibles fragilidades.

Sirvan estas líneas, una vez más, para evidenciar las crueles vicisitudes de una guerra civil como la española, que condenó a miembros de tantas familias a luchar entre sí, denunciándose y dañándose como enemigos mortales en una locura colectiva en la que simples y naturales rivalidades personales, políticas, geográficas, deportivas o empresariales se convirtieron también en excusa y propósito para perseguir y destruir al adversario. Un viejo veterano de la contienda que entrevisté veinte años atrás, Avelino Codes Soriano, lo resumía acertadamente con una sabia sentencia que podría haber sido escrita por un clásico como Tucídides: “En la guerra todo es guerra”.   

 

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