LA GUERRA CIVIL EN GLOBO


Suelta de dos globos militares construidos por el Regimiento de Aerostación con sede en Guadalajara, en honor del capitán Barberán y el cabo Pérez Luque. "Ahora", 5 de junio de 1934. Foto: Reyes, Gonsanhi y Lázaro. Biblioteca Nacional de España

A Juan Manuel Riesgo
 
    El lector sabrá disculparme el atrevimiento de traer a este blog algunos asuntos sobre los cuales nunca me había decidido a escribir, a pesar de haberme documentado sobre ellos desde hace tiempo. Recrearme en estas historias puede tener acaso el efecto de un regreso al tiempo de unos meses atrás, a partir del cual habríamos deseado que todo hubiera sucedido de otra manera en España y en todo el mundo. Es quizás también la apreciación, más densamente aquietada que nunca en el fondo del espíritu, de la provisionalidad de todo. Aislarse en un trastero a revolver entre las viejas historias, impregnarse uno del polvo de las cosas de generaciones pasadas, por más triste que pueda ser recordarlas, es también una forma de eternidad.

Las memorias de García Morato, donde recoge el derribo de
 dos dirigibles republicanos sobre la Casa de Campo de Madrid

    Así, leyendo hace un año "Guerra en el aire", las memorias póstumas del piloto Joaquín García Morato (1904-1939), as de la aviación franquista en la Guerra Civil, me sorprendió descubrir la siguiente acción, sucedida cuando estaba a punto de estrecharse el cerco sobre Madrid en otoño de 1936: 

  "Uno de los pilotos de mi escuadrilla, al tomar tierra después de un vuelo de observación independiente sobre Madrid, vino a verme, contándome que había descubierto dos hermosos "zeppelines" en la Casa de Campo. Quedamos sorprendidos por la noticia, y nos negamos a tomarla en serio; y bromeando con el pobre chico una y otra vez, hasta que molesto por nuestra sonrisa, nos ofreció un vuelo en su compañía sobre la Casa de Campo que nos diese la ocasión que necesitábamos de comprobar la veracidad de sus afirmaciones. Aceptamos inmediatamente, y al amanecer del día siguiente emprendimos el vuelo en busca de lo que entonces creíamos imaginario. Todos nosotros estábamos inclinados al escepticismo. Nuestra sorpresa no tuvo límites cuando, todavía a bastante distancia, vimos los dos "zeppelines" de que nos había hablado el piloto, pudiendo comprobar que no se trataba de una broma. Estaban anclados en mitad del inmenso bosque, brillando a los rayos del sol sus siluetas plateadas. No había tiempo que perder. Inmediatamente di orden a mi escuadrilla de formar cadena y picamos a toda velocidad, uno después de otro, ametrallando los dos dirigibles. Repetimos el ataque una y otra vez, durante una media hora, mientras la antiaérea y ametralladoras abría fuego mortífero sobre nosotros; pero no podíamos irnos sin haber terminado antes la tarea que nos habíamos impuesto. Finalmente, dos grandes columnas de humo nos dieron la certeza del fin de la existencia de los dos dirigibles. Pronto no existió otra cosas de los magníficos dirigibles que una masa de hierros retorcidos."

  La destrucción de los dos "zeppelines" republicanos sobre la Casa de Campo está recogida efectivamente en el parte del bando franquista correspondiente al 23 de octubre de 1936:

    "Dos globos que el enemigo tenía en la Casa de Campo han sido atacados e incendiados por nuestros aparatos. Parece que no se trata de globos cautivos pues, después de destruidos, se pudieron apreciar restos de estructuras metálicas".

    Dos días antes también había sido atacado un globo cautivo sobre Getafe. Roto el cable de amarre, el globo marchó a la deriva, siendo avistado más tarde por una escuadrilla de caza a 4.500 metros de altura sobre Escalona. Según el parte del bando nacional del 21 de octubre, el globo fue alcanzado por los disparos y fue perdiendo altura dirigiéndose hacia el oeste. 
    Me atrevo a decir que la aparición de estos dirigibles en el frente de Madrid, conocidos popularmente como "las salchichas" por los madrileños, puede considerarse, salvo omisión, la primera y única actuación de la aerostación en toda la contienda española. Parece claro que en el frente de Madrid se utilizaron como medio para avistar la aviación contraria, aunque también pudieron servir para controlar los movimientos del enemigo o para observación de la artillería. Su derribo, como señala Pedro Montoliú en su libro "Madrid en la Guerra Civil", marcó el comienzo de los bombardeos aéreos franquistas sobre la capital de España que conmovieron al mundo.
    Tenemos un testigo directo del ataque de García Morato contra los dirigibles: Luis Enrique Délano Díaz (1907-1985), periodista, pintor y diplomático chileno, que ese día había ido a trabajar a las nuevas oficinas del Consulado de Chile en Gaztambide, 19, en Chamberí. Esto es lo que vio el diplomático desde su consulado, según cuenta en su libro "Cuatro meses de Guerra Civil en Madrid" (1937):

    "Esa tarde vimos venir dos aviones facciosos y volar muy bajo sobre el Paseo Rosales, como buscando algo, como observando un determinado objetivo. Recordé que era allí donde se guardaban, más o menos camufladas entre la vegetación, las "salchichas" avisadoras del peligro. De pronto los aviones descendieron apresuradamente, casi en línea vertical y empezaron a oírse detonaciones y pequeñas explosiones de bombas. Era algo cruel y abusivo el modo de los pájaros enemigos de lanzarse contra los aparatos ocultos. Recordé que en el campo chileno suele verse al tiuque cuando se deja caer sobre un indefenso polluelo. Algo parecido, algo cruel, fatal, inevitable. Nadie, nada, ni cañones antiaéreos ni aviones leales, interrumpió la labor de destrucción. Operaron los pilotos enemigos con certera tranquilidad y luego se elevaron y desaparecieron hacia el sur. Por la tarde supe que de los globos no quedaba sino un hacinamiento informe de metal y tela".
 
    Resulta chocante que en los comienzos de la Guerra Civil se diera uso de guerra a un medio que ya había sido desechado en la Primera Guerra Mundial por su excesiva fragilidad ante los nuevos aviones de caza. Su fácil derribo desaconsejaría su uso por ambos bandos, y eso que al comienzo de la contienda cada una de las ocho divisiones orgánicas contaba con una unidad del Regimiento de Aerostación, cuya sede se encontraba en el Cuartel de San Carlos de Guadalajara. 

El teniente coronel Emilio Herrera Linares (derecha) aparece en la imagen de Piortiz con su "escafandra estratonaútica", con la que proyectaba ascender a 20.000 metros de altura en un globo 
("Mundo gráfico", 27 de febrero de 1935. Biblioteca Nacional de España)

    Nuestra guerra, como en tantos otros campos, señaló el fin de una época también en la aerostación civil y militar, donde España competía en la vanguardia técnica y científica sin ningún complejo. Ahí está el ejemplo de un ilustre ingeniero militar, el teniente coronel Emilio Herrera Linares (Granada, 1879-Ginebra, 1967), que fue presidente del Gobierno republicano en el exilio entre 1960 y 1962. 

El proyecto de ascensión en globo a la estratosfera de Emilio Herrera, reseñado en el 
diario "Ahora", el 3 de diciembre de 1933. Biblioteca Nacional de España

    Su finalmente frustrado proyecto de ascensión en globo a la estratosfera, en el que Herrera trabajó en los años previos al conflicto, dejó sin escribir una página más del papel brillante de España como pionera en la conquista del aire en el primer tercio del siglo XX. Del sueño estratosférico de Herrera nos queda su invento del primer prototipo de traje espacial, diseñado para alcanzar los 20.000 metros de altura a que aspiraba llegar el ingeniero desde Madrid, para batir así la marca del norteamericano Settle, que había alcanzado los 18.665 metros en 1935, con un globo de 17.000 metros cúbicos. La idea de Herrera era superar también el volumen del globo hasta los 26.500 metros cúbicos. 
    Desde el comienzo del proyecto se estableció que la construcción del globo se realizaría en los talleres del Regimiento de Aerostación de Guadalajara, cuyo Parque de Aerostación Militar había sido escenario de tantos grandes pasos en este campo, como las pruebas en la primera década del siglo XX de los primeros dirigibles españoles, diseñados por Leonardo Torres Quevedo y Alfredo Kindelán. El diario "Ahora" informaba el 12 de enero de 1934 que el modelo del globo de Emilio Herrera ya estaba terminado y publicaba una fotografía del mismo en los citados talleres, que reproducimos a continuación.



    Pero los vientos de la guerra van a desbaratar la aventura en globo del teniente coronel Herrera. El golpe militar de julio de 1936 en Guadalajara va a tener precisamente el Regimiento de Aerostación como epicentro. Sus jefes, con el coronel Francisco Delgado y el comandante Rafael Ortiz de Zárate a la cabeza, se suman a la sublevación con buena parte de la unidad. La misma columna del coronel Puigdendolas que había puesto fin a la sublevación en Alcalá de Henares sofoca el golpe en Guadalajara el 22 de julio. La plana mayor del Regimiento de Aerostación será fusilada casi al completo y la unidad disuelta por orden gubernamental, lo que pone fin a sus cuarenta años de historia. Muchos de los oficiales leales serán destinados en los meses siguientes a la agrupación de ingenieros de la 1.ª División Orgánica, mientras que suboficiales y parte de la tropa pasarán a Aviación Militar.

Rafael Ortiz de Zárate es hecho prisionero por las milicias después de la rendición del Regimiento de Aerostación de Guadalajara, del que era comandante mayor. Sería fusilado instantes después. 

    El comienzo de la guerra sorprende al teniente coronel Emilio Herrera Linares en Santander, donde iba a participar en el curso "Aerodinámica e Hidrodinámica" de la Universidad Internacional de Verano, en el Palacio de la Magdalena, junto con el francés Auguste Piccard, quien ya había ascendido en globo a la estratosfera en dos ocasiones: en 1931 y 1932, alcanzando en este último viaje los 16.201 metros de altura. 
    Herrera iba a compartir en Santander el curso de aquel verano al final sangriento con otro grandísimo inventor y pionero de la aeronáutica, Juan de la Cierva y Codorniú (1895-1936), inventor del autogiro, que tenía previsto intervenir en agosto en el Palacio de la Magdalena. La amistad entre ambos tenía profundas raíces. En su calidad de jefe del Laboratorio Aerodinámico Militar, Herrera había sido el firmante de la certificación del primer vuelo del autogiro en el aeródromo de Cuatro Vientos, el 31 de enero de 1923, donde el piloto Alejandro Gómez Spencer consiguió realizar 4 kilómetros de recorrido, a 25 metros de altura, en 3 minutos y 33 segundos.  
    La España de los conquistadores del aire, la España capaz de elevarse sobre sí misma, la España de las visiones de altura, caía a tierra partida en dos. Herrera se mantendrá fiel a la República. De la Cierva, que colabora en la primera hora de la sublevación ayudando a la adquisición del "Dragon Rapide" y pierde a su hermano Ricardo, asesinado en las matanzas de Paracuellos, se quedará en Londres, donde fallece de un accidente de aviación en diciembre siguiente.


  Homenaje en plena guerra del diario republicano "Ahora" a Juan de la Cierva, "glorioso inventor del autogiro". Por encima de las dos Españas estaba el reconocimiento al genio y al talento. Hoy los partidos de izquierda le quitan sus calles al famoso científico aeronáutico. ("Ahora", 10 de diciembre de 1936. Biblioteca Nacional de España)
    
    En un principio, el estallido de la guerra no arredró al teniente coronel Herrera a la hora de proseguir su proyecto de ascensión a la estratosfera. Así, en una entrevista concedida en Santander al diario "El Liberal" y publicada el 16 de septiembre, dos meses después del golpe militar, el director de la Escuela Superior de Aeronáutica aseguró estar dispuesto a emprender el vuelo en globo a la estratosfera a principios del mes de octubre siguiente "si el Gobierno no ve en ello inconveniente". 
    El sueño de Herrera quedó definitivamente frustrado por la contienda, aunque no fue solamente eso lo que la guerra arrebató al inventor: el 2 de septiembre de 1937 fallecía en combate su hijo Emilio Herrera Aguilera, sargento piloto de la aviación republicana, ascendido póstumamente a teniente en noviembre siguiente. El científico sería ascendido a general por el gobierno de Negrín el 16 de agosto de 1938. 
    Ni la derrota ni el exilio borrarían el ilustre nombre de Emilio Herrera de la "Historia de la Aeronáutica Española" que el general José Gomá Orduña publicaría entre 1946 y 1951 en la editorial Prensa Española, en la primera etapa del franquismo, donde reseña elogiosamente la trayectoria y logros del inventor granadino y recuerda cómo "en pocos años, su nombre, unido a la ciencia, fue conocido y respetado en todas las naciones de Europa". Era el homenaje que Gomá, sublevado en el aerodrómo de Getafe, luego refugiado en la embajada de Noruega y después pasado a las filas franquistas, rendía a la genialidad de su antiguo compañero de armas, demostrando una vez más que los caballeros del aire fueron capaces de elevarse a gran altura por encima del odio fratricida. 
    

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