SUÑOL GARRIGA Y PUJOL CALVET, HISTORIA DE DOS CATALANES EN LA MISMA LÍNEA DE FUEGO
José Suñol Garriga, diputado de ERC y presidente del FC Barcelona, asesinado en las afueras de Guadarrama (Madrid) el 6 de agosto de 1936 por fuerzas sublevadas
A José Ildefonso Suñol Soler, in memoriam
El
diputado catalán había salido de Madrid el 6 de agosto, después de comer en el
Hotel Nacional, en la glorieta de Atocha, para visitar el frente de la sierra
madrileña. Obtuvo para ello del Ministerio de la Guerra un coche Ford V-8 de
representación, perteneciente al Parque de Automovilismo Militar, que
reglamentariamente contaba con la dotación de un chófer y un teniente.
Acompañaba también a Suñol el periodista Pedro Ventura Virgili, conocido por haber
sido portero del RCD Español con el apodo de “El Guantes”.
El coche abandonó el pueblo de Guadarrama para
dirigirse al Alto del León. Suñol y sus acompañantes se detuvieron en la
carretera al toparse con tropas que custodiaban una casilla de peones camineros.
Creyendo que eran gubernamentales, se bajaron del automóvil para confraternizar
con ellas, pero se trataba en realidad de una avanzadilla de los sublevados.
Sometidos a un breve interrogatorio, los cuatro viajeros fueron asesinados en
el acto.
Suñol
Garriga acababa de cumplir los 38 años el 21 de julio. Dejaba viuda, Gloria Soler Elías, y un
hijo de 9 años, José Ildefonso, fallecido
el pasado 11 de noviembre a los 92 años y al que tuve el honor de conocer en
2017 en su casa de Barcelona. El hijo de Suñol, empresario, filántropo y coleccionista de arte, me atendió muy amablemente para
hablar de su padre, cuya desaparición le marcó siempre, hasta el punto de que hace
muy pocos años promovió un proyecto para localizar sus restos en Guadarrama, pero sin resultados.
A
pesar de que había perdido a su progenitor a los 9 años de edad, aquel hombre
nonagenario era capaz de evocar la figura de Suñol Garriga de forma tan
poderosamente emocional que parecía como si hubiera sido ayer mismo cuando se
despidió de él en su casa de verano de Tona, al comienzo de aquel largo e
infernal agosto del 36, para no verle nunca más. Sin embargo, no hubo en sus
palabras rastro de rencor o resentimiento por el cruel destino de su padre
frente a un pelotón de fusilamiento en la sierra de Guadarrama.
A la derecha, la nota de "Mundo Deportivo" del 12 de agosto de 1936 con el aviso radiado dos días antes por el Ministerio de la Guerra por la desaparición de Suñol Garriga. A la izquierda, un anuncio de la época del automóvil Ford V-8, el mismo modelo del coche del Parque de Automovilismo Militar en el que Suñol y sus acompañantes viajaron al frente de la Sierra de Guadarrama.
Socio número 206 de la Asociación de Periodistas de Barcelona, fundador del semanario “La Nau dels Esports”, propietario del diario catalanista de izquierdas “La Rambla” y presidente de la Federación Catalana de Fútbol, además de diputado en Cortes por ERC y presidente del Barça, Suñol Garriga fue un adelantado de su tiempo al vislumbrar la trascendencia del deporte en la sociedad moderna. El deporte fue su gran pasión, unida siempre a sus otras dos motivaciones: el periodismo y la política, como destaca su biógrafo, Jordi Badía, autor de “Josep Suñol Garriga. Viure i morir per Catalunya”, entre otros estudios sobre su figura.
Su última gran aparición pública como presidente del club culé fue en la final de la Copa de España o del Presidente de la República que el Madrid y el Barça disputaron el 21 de junio de 1936, apenas un mes antes del inicio de la Guerra Civil, en el campo de Mestalla de Valencia. El encuentro fue muy disputado y terminó con victoria del Madrid por dos goles a uno, con una actuación memorable de Zamora en el que sería su partido de despedida.
Hijo
de José Suñol Casanovas, presidente de la mayor empresa azucarera española de la época, la Compañía de Industrias Agrícolas, la evolución de Suñol hacia
la izquierda nacionalista fue siempre duramente atacada por sus oponentes, que
gustaban de poner en evidencia la contradicción entre su ideología izquierdista
y su condición de miembro de la alta burguesía. Un ejemplo de ello es la
intervención del delegado general de Orden Público de Barcelona, en la campaña
de las elecciones de febrero de 1936, para prohibir la difusión de unos
carteles en los que se decía, según la prensa, que “el candidato millonario Sr.
Suñol Garriga, que figura en la candidatura del frente revolucionario en compañía
del “leader” comunista Maurín, se proponía repartir su fortuna el próximo
sábado [víspera de las elecciones], convencido de las excelencias del régimen
comunista”.
Pero
su posición económica no pareció influir en nada en el electorado, y si lo hizo
fue positivamente. En las elecciones de 1931, a pesar de ir el décimo en la
lista de ERC por la provincia de Barcelona, Suñol fue el diputado elegido con
el mayor número de votos de Cataluña, un total de 117.594, y, por supuesto, el primero
de sus correligionarios, superando incluso a Lluís Companys, que obtuvo
113.288. En las mismas elecciones salió elegido Ramón Franco Bahamonde, hermano
del futuro dictador, que iba en el sexto puesto de la lista de ERC por
Barcelona capital, y que sería, por tanto, compañero de bancada de Suñol en la
Carrera de San Jerónimo.
Desde
su inicio como diputado, Suñol mantuvo su compromiso con el mundo del deporte y
viceversa: llevó al deporte su compromiso como representante de las Cortes
republicanas. De ello es demostración el suceso que protagonizó al pedir, sin
resultado, que se retirara un retrato de Mussolini en el salón donde se
celebraba la asamblea de la Federación Española de Fútbol, reunida en el mes de
julio siguiente a la proclamación de la República, a la que Suñol había
asistido en nombre del FC Barcelona. Sí consiguió, en cambio, una declaración
de adhesión de la Federación al nuevo régimen.
Partidario
del Estatuto de Cataluña, finalmente descafeinado respecto de su primer proyecto,
la aprobación de la autonomía no significaba para Suñol que Cataluña debiera
cerrarse en sí misma, sino todo lo contrario. Lo demuestra su opinión favorable
a la colaboración de su partido ERC en la estabilidad de España, de acuerdo con
sus declaraciones del 8 de junio de 1933 al “Heraldo de Madrid”, al ser
preguntado por las posibles soluciones a la crisis abierta a causa de la
dimisión de Azaña como jefe del Gobierno. Son declaraciones en las que hace
toda una declaración de principios sobre su pensamiento político, como “un
burgués de sentimiento y de actuación izquierdista”:
“Con radicales o con socialistas –decía Suñol al diario madrileño–, creo lealmente que es indispensable la
colaboración en el Gobierno de España del partido que hoy predomina en
Cataluña. Y esto, que lo digo por mi cuenta y como catalán perteneciente a
dicho partido, lo digo y lo siento también en republicano español, toda vez que
catalán y republicano hoy por hoy no son términos incompatibles, sino
consustanciales. Creo que la Esquerra cooperara a la obra del Gobierno que se
forme, ya sea dentro de él, ya desde fuera del Poder; aunque creo también que
al Gabinete que se constituya le conviene la participación directa de los
catalanes. El momento sigue siendo netamente de izquierda, y al interés de
España sigue siéndole indispensable la colaboración ministerial de los
socialistas, precisamente para salvar del socialismo algo de España. Extraño en
labios de un burgués todo esto, ¿verdad?... Pero es que yo soy un burgués de
sentimiento y de actuación izquierdista, y aunque no sintiera en liberal
tendría que desear la participación socialista por egoísmo, por espíritu de
conservación, pues si los socialistas abandonan el Poder, los que no lo somos lo pasaremos peor. Siempre es preferible dar dos y conservar otros dos, que
tener que dar cuatro, o sea el total de lo que es nuestro, sin opción siquiera
al gesto elegante del voluntario desprendimiento”.
Debo
reconocer que la primera vez que supe del trágico destino de Suñol fue en 2009
por mi amigo Luis Avial Bell, técnico de georadar que entonces colaboraba con
la Sociedad Científica Aranzadi en la búsqueda de sus restos en las afueras de
Guadarrama, en un proyecto impulsado por el entonces presidente del Barça, Joan
Laporta, a través de la revista de divulgación histórica “Sapiens”. La búsqueda
concluyó sin resultados, añadiendo nuevas incertidumbres a una muerte que desde
el primer momento estuvo rodeada de misterio.
La noticia de que Suñol estaba prisionero en Burgos, difundida por el diario "Las Noticias" el 27 de octubre de 1936, fue recogida con sorpresa por todos los medios republicanos. (La Voz, 28 de octubre de 1936. Biblioteca Nacional de España)
Julio
Casas afirmaba en su crónica de “Las Noticias” que sabía que Suñol estaba
cautivo de los sublevados en Burgos por un capitán catalán leal a la República
que habría recogido información en el mismo escenario de la desaparición del
diputado.
El
periódico “La Rambla” –que había dejado de pertenecer a Suñol desde que los
comunistas del PSUC se incautaran después del golpe militar de la parte de la
que era propietario– recogerá esta información el 27 de octubre, pero cuestiona
la noticia del presidio de Suñol en Burgos:
“Por una razón muy poderosa:
que ignoramos absolutamente –y con nosotros lo ignoran sus familiares– cuál ha
sido su suerte. Porque hasta el momento actual no existe ninguna prueba
convincente que pueda hacernos creer que el estimado Suñol esté muerto, ni que
esté prisionero en Burgos, ni que se encuentre en Suiza. La única realidad
dolorosa, con todas las incertidumbres, es que no se puede afirmar nada. El
misterio de su desaparición continúa siendo para nosotros un misterio”.
Será
el 15 de mayo de 1937 cuando varios diarios de la zona republicana recojan la
noticia de que dos desertores del ejército franquista confirmaban nuevamente el
fusilamiento de Suñol Garriga y Ventura Virgili. Los evadidos eran los soldados
catalanes Alfonso Pujol Calvet y Jaime Puigjaner, destinados en el Regimiento
de Infantería Toledo n.º 26, unidad que había participado en los combates en
torno a Guadarrama en los días de la ejecución de Suñol y sus tres
acompañantes. Ambos se pasaron el 27 de marzo de 1937 a las filas republicanas
por el frente de Cercedilla, en la misma sierra madrileña.
Al
llegar a Barcelona comunicaron lo que sabían de la ejecución de Suñol y sus
compañeros al Centro Catalanista de ERC en el distrito IV de Barcelona, que
había presidido el propio Suñol. El partido se apresuró a incluir su testimonio
en el boletín de información número 105 de la Federación Barcelona-Ciudad, del
14 de mayo, de donde lo recogieron agencias y diarios.
La
información de dicho boletín aseguraba que Suñol y sus compañeros llegaron a la
casilla de peones camineros creyendo que estaba en poder de las fuerzas
gubernamentales, cuando había cambiado de manos la jornada anterior (extremo
que no responde a la realidad, aunque las razones sea largo exponerlas aquí). Los viajeros se bajaron del coche dando un viva a la
República, a la que los defensores de la casilla respondieron con otro viva. Una
vez invitados a entrar en la casilla se dieron cuenta de su error y de la
suerte que les esperaba. Pedro Ventura hizo valer su condición de periodista,
pero no le sirvió de nada.
“A
los compañeros de referencia -decía la nota- los trasladaron de Zamora el
frente de Guadarrama, y al mismo sector donde cayeron los amigos Suñol y
Ventura. Cuentan que sus compañeros de regimiento les enseñaron el lugar donde
fueron asesinados, el trozo de tierra que cubre sus restos. Esta sepultura es
venerada por todos los catalanes que quedan en ese frente obligados por una
disciplina de terror. Cuando pasan por allí, aunque sea disimuladamente, ponen
sobre la tumba un puñado de tierra, expresando así su emoción y respeto”.
Como
se puede apreciar, el boletín de ERC no señala en ningún momento que Pujol
Calvet y Puigjaner hubieran sido testigos directos de la captura y fusilamiento
del diputado de ERC y sus acompañantes. Tampoco recoge que los dos desertores catalanes afirmaran
que se les enterró junto a la casilla de peones
camineros. Ambos extremos aparecerían, en cambio, tanto en una crónica de “La
Humanitat” firmada por Luis Meléndez como en una nota de la agencia Febus, aunque ambas recreaban con bastante imaginación la nota aparecida en el boletín de ERC.
El
despacho de Febus, que fue recogida por el diario ABC y “El Socialista”, entre
otros medios de la zona republicana, afirmaba que los dos soldados catalanes “presenciaron
el fusilamiento de un diputado, un periodista, un oficial y un chófer, que
habían llegado hasta la zona facciosa en automóvil”. Asimismo indicaba que “los
cuatro prisioneros fueron sacados de la caseta a continuación y colocados ante
sus ejecutores”, para señalar finalmente que “el oficial ordenó cavar un hoyo
detrás de la casilla, y allí fueron enterrados los cuatro cadáveres”. Además, para colmo, situaba erróneamente la deserción de Pujol y Puigjaner en el frente de
Andalucía.
Este
despacho de Febus, y no el boletín de ERC, es la fuente de donde procede la afirmación
de que los cadáveres de Suñol y sus acompañantes fueron enterrados detrás de la
casilla de peones camineros, que hoy, a la luz de estos datos, podría
considerarse falsa. Es el lugar en el que se centraría infructuosamente, tantas décadas después, la búsqueda de los restos de Suñol.
Nada
hace dudar del relato de Alfonso Pujol y Jaime Puigjaner sobre el fusilamiento
de Suñol y sus acompañantes. Su unidad, el Regimiento Toledo n.º 26, había
participado desde el 28 de julio de 1936 en los combates del Alto del León, y
en la fecha de la deserción de ambos, marzo de 1937, seguía desplegada en aquel
sector, como parte de la 71.ª División franquista, que cubría el frente desde
el río Perales hasta el puerto de Malangosto. Por tanto, en esa unidad podía
haber soldados catalanes que hubieran conocido de primera mano el asesinato de
Suñol a principios de agosto de 1936.
Además,
en el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca se conservan varios documentos
que confirman la deserción de ambos soldados catalanes. Uno es del Ejército
franquista y detalla los nombres y apellidos de soldados que han desertado a la
“zona roja” entre marzo y octubre de 1937, y entre ellos figuran los de Alfonso
Pujol Calvet y Jaime Puigener (sic) Salvador. Sólo aparece la fecha de
deserción de Puigjaner: el 29 de marzo, no el 27 como aseguraba el boletín de
ERC.
El segundo y tercer documento del Archivo de Salamanca contienen la relación de prisioneros y evadidos recluidos por el Gobierno republicano en el depósito habilitado para ellos en el viejo cuartel de Guardias de Corps de Conde Duque, en el centro de Madrid. Alfonso Pujol y Jaime Puigjaner aparecen dados de alta en el depósito de Conde Duque el día 30 de marzo, como desertores de las fuerzas franquistas, y permanecían aún en el mismo lugar el 5 de mayo, según una anotación manuscrita que aparece junto a sus nombres. Su llegada a Barcelona en ese mismo mes de mayo confirma que quedaron en libertad muy pronto después de pasar, como era preceptivo, el examen de rigor sobre su fiabilidad y su lealtad a las autoridades republicanas.
Existe
otro documento clave, conservado en el Archivo General Militar de Ávila, que refuerza
la credibilidad del testimonio de estos desertores, pieza fundamental en el
relato sobre la desaparición del diputado de ERC y presidente del Barça. El
documento revela que Alfonso Pujol y Jaime Puigjaner habían cambiado de unidad
junto con más de un centenar de compañeros, pasando del Regimiento Gerona n.º
18, desplegado en el frente de Aragón, al Regimiento Toledo n.º 26, que estaba
combatiendo en el frente de Guadarrama.
Un
número significativo de los más de cien efectivos trasladados desde el Gerona
n.º 18 al Toledo n.º 26 poseía apellidos catalanes o levantinos. Esto demuestra
el propósito de los mandos rebeldes de alejarlos de Aragón, un frente cercano a
Cataluña o Levante, para evitar su deserción a las tierras de donde eran
originarios, tentados por el deseo de reunirse con sus familias, como era
habitual que hicieran en los primeros meses de la contienda los soldados a los
que les sorprendió el golpe del 17 de julio haciendo el servicio militar en
regiones o provincias diferentes a la suya.
Pero
lo más interesante de este documento es que certifica que este cambio de
destino se había producido en octubre de 1936. Esto quiere decir, con toda
claridad, que ambos soldados se encontraban en el frente de Aragón, y no en el
de la sierra de Madrid, cuando en el mes de agosto se produjo la captura y ejecución
del diputado de ERC y presidente del Barça en las afueras de Guadarrama.
De
ahí que podamos concluir que, en contra de lo afirmado por la agencia Febus,
los dos soldados catalanes no fueron testigos presenciales de la detención y
asesinato de Suñol, sino que solo los conocieron de oídas al llegar, dos meses
después, al escenario bélico de la sierra madrileña. No obstante, sus declaraciones
son fundamentales a la hora de confirmar el asesinato de Suñol y es posible que
también lo sean a la hora de emprender una nueva búsqueda de sus restos en un
lugar distinto al que siempre se ha considerado.
Pero
dejo en este punto el trágico final de un adelantado de su época como fue José
Suñol Garriga, del que seguiré hablando en próximas entregas, para ahondar en la sorprendente figura de Alfonso Pujol Calvet,
uno de los testimonios clave de su caso. Los increíbles datos sobre el destino
de este desertor catalán de las filas sublevadas proceden de los Archivos
Nacionales de Gran Bretaña.
Una
primera pista sobre la peripecia de este español después de nuestra contienda
la proporciona el expediente sobre su solicitud para obtener la nacionalidad
británica en 1947. Este expediente
señala que Alfonso Pujol era labrador y que nació el 15 de septiembre de 1916
en Olp, localidad vecina de Sort (Lérida), de padres también agricultores:
Narciso y Concepción.
Después
de su deserción del bando sublevado en marzo de 1937, de la que no hay mención
alguna en el expediente, Pujol se enroló en una unidad de carros de combate del
ejército republicano. Con la derrota se exilió en Francia, donde se alistó a la
Legión Extranjera, a cuya famosa 13.ª Demi-Brigade, de la que formaron parte
cerca de mil compatriotas, también exiliados republicanos, fue incorporado en Sidi-Bel-Abbes
(Argelia) al comenzar la Segunda Guerra Mundial. En febrero de 1940 fueron
llevados a Orán para zarpar con destino a Marsella, y de allí les trasladaron a los Alpes suizos
para ejercitarse en el combate de montaña, con vistas a una futura operación.
Después los llevaron a Brest para embarcar hacia Inglaterra.
A
mediados de abril de 1940, cuando contaba con 23 años de edad, Alfonso Pujol salió
de Inglaterra con su unidad formando parte del cuerpo expedicionario
anglo-francés que combatió contra los alemanes en la durísima batalla de Narvik
(Noruega), junto con otros novecientos camaradas españoles, de los que muchos
quedaron allí para siempre. En junio de 1940, después de la invasión de Francia
por los nazis, fue enviado con su unidad a Brest para establecer un núcleo de
resistencia en Bretaña, pero a los pocos días tuvieron que embarcar de vuelta a
Inglaterra.
La
segunda pista que arrojan sobre Pujol Calvet los Archivos Nacionales británicos
es más impactante aún si cabe que su condición de combatiente de la Legión
Extranjera francesa. Gracias a documentación desclasificada en 2016, ahora
sabemos que Pujol Calvet fue nada menos que miembro del Special Operations
Executive, organización creada en 1940 por Winston Churchill para realizar
acciones de espionaje, sabotaje y reconocimiento en la Europa ocupada por los
nazis. A esta unidad secreta pertenecieron más de un centenar de españoles, de
acuerdo con la interesante página web sobre los compatriotas que combatieron en
la Segunda Guerra Mundial, https://www.mve2gm.es/paises/bando-aliado/operacion-postmaster/
La compañía española del Pioneer Corps del ejército británico en la Segunda Guerra Mundial, al que se alistó Alfonso Pujol Calvet después de salir de Francia ocupada por los nazis. Al carecer de retratos de él me es imposible identificarle en estas imágenes de la valiosa página web https://balagan.info/no-1-spanish-company-of-the-pioneer-corps-in-ww2 (Fotos de Brian Coles)
En
julio de 1940, después de salir de Francia ante el avance alemán, Alfonso Pujol
se había alistado voluntario en el Pioneer Corps, unidad de ingenieros del ejército
británico que contó con una compañía de españoles republicanos, los llamados
“sconces”. De esta unidad serían seleccionados algunos de ellos a partir de
1941 para formar parte de la Special Operations Executive. En la documentación
que he consultado existe una ficha de Pujol Calvet como aspirante a la sección
SO.2 de esta unidad de guerrillas, sección dedicada al sabotaje tras las líneas
enemigas.
Otro
informe le señala como uno de los comandos seleccionados para la Operación
Panthino, diseñada a finales de 1942 por los aliados para sabotear las líneas
de comunicación entre España y Francia ante una eventual invasión de nuestro
país por Hitler para amenazar las vías de suministro aliadas en el norte de
África. Según Bernard O’Connor, autor de “Blowing up Iberia”, un estudio sobre
las operaciones secretas realizadas por los aliados y por los alemanes e
italianos en nuestro país durante la guerra en Europa, la idea era lanzar pequeños grupos
de comandos británicos y españoles sobre nuestro territorio. La operación fue
finalmente descartada.
La placa con la que Westminster recuerda al Special Operations Executive, del que formó parte Alfonso Pujol Calvet, y que tuvo su cuartel general en la ciudad. (Imagen de la web https://www.mve2gm.es)
Pujol Calvet sería seleccionado seguramente para esta acción por su buen conocimiento de la zona fronteriza entre España y Francia, por ser natural de Olp, pueblo vecino de Sort. Pero también por haber demostrado durante su entrenamiento unas buenas actitudes. En un informe del 14 de abril de 1941 realizado por sus superiores, se destaca su capacidad para el combate por “su gran confianza en sí mismo”, así como su excelente manejo de explosivos y demoliciones, comunicaciones y guerra irregular. También se remarcaba su conocimiento de los carros de combate, fruto de su experiencia en la guerra española.
Tenemos también un detallado retrato humano de Alfonso Pujol, el que realiza de él un sargento en un informe del 9 de noviembre de 1942:
“Un
tipo muy bueno; trabajador de la tierra; un poco lento, pero firme, paciente y
persistente. Leal, generosa y amable disposición. Temperamento apacible. Otro
sin vicios. No fumador y no bebedor y, sorprendentemente para un español, se
puede confiar en él respecto de las mujeres. Simpático y transparentemente
honesto; no muy rápido en sus reacciones; no es, debo decir, un buen simulador.
En 18 meses nunca ha dado problemas. Es un pensador; sigue con mucha atención
los aspectos políticos y militares de la guerra, y puede discutir estas
cuestiones de forma clara y con cierta originalidad y sin sobrecalentarse. Es
bastante valiente, pero antes de lanzarse a una empresa sopesará con cautela
los pros y los contras desde un punto de vista realista”.
Este
perfil del labrador leridano realizado por sus superiores, que lo consideraban
un hombre “transparentemente honesto”, concede una mayor credibilidad a su
testimonio sobre la muerte de Suñol, siempre que el boletín de ERC que lo
difundió no hubiera tergiversado sus palabras, por supuesto.
Después
de la guerra, este español con una peripecia novelesca, desertor del ejército sublevado, tanquista del republicano,
combatiente de la Legión Extranjera francesa y comando de las fuerzas
especiales británicas, se licenció del ejército en 1946. De sus apenas 30 años
cumplidos, un tercio los había vivido Alfonso Pujol como combatiente en la
larga "guerra civil europea" del siglo pasado.
El
24 de septiembre de 1945, cuatro meses después del fin de la guerra en Europa,
se casó con la ciudadana británica Phyllis Eileen en la iglesia de Saint
Andrews, en Bournemouth, una pequeña localidad costera al suroeste de Londres.
Después de licenciarse, Pujol consiguió un permiso especial del Ministerio de
Trabajo británico para trabajar como aprendiz de minero en la mina Askern
Main Colliery, en Duncaster, Yorkshire. En diciembre de 1947 obtuvo finalmente la nacionalidad británica.
Hoy, este héroe español tendría casi 104 años. Desconozco si ha fallecido o no, como desconozco también si alguna vez pudo volver a ver a sus padres, los agricultores de Olp, que se quedaron en España cuando él se vio forzado a exiliarse ante el riesgo de que le cayeran, no una, sino dos condenas a muerte por parte de los vencedores: una por deserción y otra por auxilio a la rebelión, como les sucedió a otros soldados fugados del ejército franquista, según he recogido en mi libro "Desertores. Los españoles que no quisieron la guerra civil" (Almuzara).
Alfonso
Pujol tuvo dos hijas de su matrimonio con Phyllis, quienes quizás puedan
atesorar aún valiosos detalles transmitidos por su padre sobre el paradero de la
tumba desconocida de José Suñol en las estribaciones del Guadarrama. Estoy
seguro de que José Ildefonso Suñol, el hijo del que fuera diputado de ERC y
presidente del Barça, hubiera disfrutado compartiendo una tarde con las hijas
de este minero español de Yorkshire, para hablar con afecto de sus respectivos
padres, mientras degustaban otro sabrosísimo helado como el que amablemente me
ofreció en nuestro ya inolvidable encuentro en su casa de Barcelona.