UN UKELELE, UN CAJÓN DE TORTURA Y UN CINTURÓN NEGRO DE JUDO: HISTORIA DEL PILOTO REPUBLICANO JOSÉ "CHANG" SELLÉS
José "Chang" Sellés Ogino (1912-1989), piloto de la escuadrilla republicana comandada por el capitán Andrés García Lacalle, que combatió en las batallas del Jarama y Guadalajara (Foto: Memoria Digital de Novelda. Colección María Victoria Crespo)
El último número de la prestigiosa “Revista de Aeronáutica y Astronáutica”, correspondiente a julio y agosto (https://publicaciones.defensa.gob.es/media/downloadable/files/links/r/a/raa_894.pdf), se ha hecho eco generosamente, tanto en contenido como en espacio, de mi novela “Con plomo en las alas” (http://grupoalmuzara.com/a/fichalibro.php?libro=4528&edi=1), basada en una historia de amor en la Guerra Civil protagonizada por el mercenario norteamericano Harold E. Dahl, piloto de la aviación republicana abatido en la batalla de Brunete y capturado por los franquistas, y su mujer, la cantante de vodevil Edith Rogers. El autor de la reseña es Miguel Anglés Márquez, teniente coronel del Ejército del Aire, que forma parte del consejo de redacción de la revista y es uno de los grandes divulgadores de la brillante historia de nuestra aviación.
Lo que me ha empujado,
al modo de Paco Umbral, a venir a hablar de mi libro “Con plomo en las alas” es un detalle para mí emotivo de la reseña de Miguel Ánglés, que
es el hecho de que el autor la dedique a la memoria de José “Chang” Sellés
Ogino, uno de los protagonistas de mi novela, que fue compañero de Harold E.
Dahl en la escuadrilla
de Polikarpov I-15 soviéticos, los famosos “Chato”, comandada por el capitán Andrés
García Lacalle.
El recuerdo del
teniente coronel Anglés dedicado a “Chang” Sellés tiene su explicación por los
lazos de amistad que unieron a su familia con la del piloto de la “Patrulla
Americana”. Y este homenaje ha motivado mi deseo de recuperar para el lector la
singular aventura vital de este piloto, que merece por sí solo protagonizar una
novela. Su experiencia en la Guerra Civil es auténticamente de película, como
lo fue de hecho la de mi protagonista, Harold E. Dahl, que inspiró en 1940 el
oscarizado filme “Adelante, mi amor”, con guión del gran Billy Wilder.
"Chang" Sellés con su familia en Tokio: en primer plano su padre, José María Sellés López, y su madre, Rosa Ogino, y a su lado sus hermanas Rosa y María ("Ahora", 23 de julio de 1935. Biblioteca Nacional de España. Foto: Contreras y Villaseca)
La vida de nuestro
protagonista es singular desde su origen: José Sellés Ogino nació el 14 de
enero de 1912 en Tokio. Su padre, José María Sellés López, un comerciante de
especias originario de Novelda (Alicante), se había afincado en Japón en 1899.
Allí se casó dos años después con Rosa Ogino, una ciudadana italo-japonesa, con
la que, además de José, tuvo dos hijas, Rosa y María. En Tokio coincidieron con la familia de las después actrices Olivia de Havilland, recientemente fallecida, y Joan Fontaine.
En 1935, un año antes
del golpe militar que encenderá la Guerra Civil, José Sellés viaja a España
para realizar el servicio militar. La decisión adquiere rango de noticia para
el diario “Ahora”, dirigido por Manuel Chaves Nogales, que sin duda se vería
cautivado por la historia de aquel joven japonés, cuya experiencia en la
contienda le convierten en un personaje escapado de su legendaria obra “A
sangre y fuego” sobre el atroz sinsentido de la guerra fratricida.
La edición de “Ahora”
del 23 de julio de 1935 dedicó una plana entera a la venida a España de José
Sellés, con gran acompañamiento gráfico. “Un español, con treinta y seis años
de residencia en el Japón, manda a su hijo, nacido en Tokio, a que haga el
servicio militar obligatorio en España”, rezaba el titular. La crónica, firmada
por Antonio Cañete, con fotografías de Contreras y Villaseca, es un canto al
amor a España de un padre y un hijo que viven lejos de la patria.
“Los españoles que
vivimos permanentemente en nuestra patria -escribe el reportero- debemos
mostrar agradecimiento a esos otros que también son españoles y lo pasan lejos
de nosotros. Son verdaderos patriotas, tienen arrojos de heroísmo y merecen la
veneración de todo el que se repute de buen patriota. José Selles ha sabido
sacrificarse por España; ha querido desprenderse de su hijo para enviarle acá,
al otro lado de los hemisferios. Y el joven japonés está aquí, dispuesto a
ingresar en las filas de nuestro ejército”.
La crónica recoge una conversación con Pepe Sellés, en un mejorable español, en la que éste confirma que está realizando prácticas en el aeropuerto de Barajas para obtener la licencia española de piloto, para convalidar el título que había obtenido en la escuela de aviación nipona de Nagoya.
“—Soy aviador civil en
el Japón. He pilotado aparatos de caza; por eso quiero servir en la Aviación
española y hago prácticas en Barajas para revalidar el carnet; pero me oponen
muchas dificultades y tendré que marchar a mi país. Allá, en el Japón, llega un
español y se le atiende bien. Pero aquí, no; aquí...
—…
—España tiene "una
clima hermosa", agradable. En Japón hace "mucha sol" y no es tan
alegre. Yo quería conocer la patria de mi padre; y es muy simpático; pero no
tiene Ejército ni Aviación... España está muy bien para los que vienen a
divertirse”.
En el Archivo de la
Guerra Civil de Salamanca se conserva una carta de recomendación de Alberto de Borbón,
primo del destronado rey Alfonso XIII, solicitando al presidente del Gobierno,
Alejandro Lerroux, el ingreso del joven Sellés en el arma de Aviación. La
misiva, fechada en marzo de 1935, no debió de tener efecto alguno, aunque Sellés
logró obtener el título de piloto aviador de turismo y la licencia de aptitud el
15 de julio de 1935, con el número 313, como recoge el Boletín de la Dirección
General de Aeronáutica de ese mismo año.
Causalmente, ambas
certificaciones caducaban el 15 de julio de 1936, dos días antes del comienzo
de la Guerra Civil. El estallido de la contienda mueve a Pepe Sellés a
solicitar su ingreso como piloto en la aviación militar gubernamental. En “La
Gaceta de la República” del 2 de enero de 1937 encontramos una orden del 31 de
diciembre anterior firmada por el ministro de Defensa, Indalecio Prieto,
concediéndole el título de piloto militar con efectos del 12 de noviembre de
1936. Sólo cuatro días después, “La Gaceta” publicará la concesión del empleo
de sargento a nuestro protagonista.
A partir de febrero de
1937, Sellés se encuadrará en la escuadrilla de aviones de caza “Chato” que
comandaba el capitán Andrés García Lacalle, la primera formada por pilotos
españoles, aunque contaba con una patrulla de aviadores extranjeros. Algunos de
éstos eran mercenarios con un sueldo de 1.500 dólares mensuales, más una prima
de 1.000 dólares por avión derribado.
A esta patrulla
extranjera se le denominó la “Patrulla Americana” porque sus miembros
originarios eran estadounidenses: Frank G. Tinker, Harold E. Dahl, Charlie D. Koch,
Jim “Tex” Allison y Benjamin “Ben” Leider, éste último muerto en la batalla del
Jarama, lo que le convierte en el único piloto norteamericano muerto en nuestra
contienda. A Koch, que tuvo que salir de España aquejado de un mal intestinal
provocado por los condimentos de nuestra comida, especialmente el aceite de
oliva, le sustituyó Pepe Sellés, al que apodarían “Chang” por su origen
asiático.
La escuadrilla operaba
entonces desde el aeródromo llamado “Campo X”, en Azuqueca de Henares
(Guadalajara). Era una finca expropiada a Higinio Madrazo Escalera, marqués del
Valle de la Colina, capitán de artillería retirado, que había sido detenido por
las milicias frentepopulistas y moriría en una cárcel madrileña. La pista del
aeródromo se extendía entre el río Henares y la carretera de Zaragoza. Los
aviones y los camiones de arranque se ocultaban bajo los grandes pinos que
había en diferentes lugares de la finca. Los pilotos que estaban de servicio vivían
en el caserón de los marqueses, aunque se utilizó también un edificio en el
centro de Azuqueca para el personal técnico.
Por las
interesantísimas memorias de García Lacalle, “Mitos y verdades”, y de Frank G.
Tinker, “Some still live” -asombrosamente nunca publicadas en España- sabemos
que Sellés se convirtió muy pronto en el alma de toda la escuadrilla por su
carácter alegre y optimista. García Lacalle recuerda que Sellés tenía un
ukelele con el que todos los días despertaba cantando a la escuadrilla. Además
puso himno a la formación interpretando con el ukelele la famosa canción “La
Madelon” que entonaban los soldados franceses en la Gran Guerra.
“Chang” Sellés era
también el encargado de traducir del español al inglés las instrucciones y
arengas que García Lacalle daba a los pilotos norteamericanos antes de cada
misión. Es muy posible que extendiera este papel de intérprete a las misiones
amorosas de la patrulla. “Chang” y Tinker se hicieron novios de dos jóvenes
madrileñas que se ocupaban de cocinar, lavar y remendar la ropa de la
escuadrilla.
Las muchachas, que se
llamaban María y Cristina, tenían tres hermanos que se habían unido a las filas
gubernamentales, uno de los cuales había muerto en la defensa de Madrid. Esta
relación no impidió a Tinker tener sus escarceos con otras mujeres cuando
bajaban de permiso a Madrid, donde se alojaban en el hotel Florida, en la plaza de Callao.
Allí, los pilotos de la “Patrulla Americana” se unían a las juergas de Ernest
Hemingway y otros corresponsales extranjeros bajo los cañonazos que la
artillería franquista tiraba sobre la Gran Vía.
Dada la amistad que
unió al autor de “Por quién doblan las campanas” con estos pilotos de su país
en España, es llamativo que Hemingway no mencione en su novela la existencia de
pilotos norteamericanos mercenarios. Quizás porque desentonaban en exceso con
su protagonista, Robert Jordan, un idealista que había venido a la guerra
española como voluntario, como otros tres mil estadounidenses, de los que un
tercio cayeron en combate. Por otro lado, y aunque el nombre de María sea más
que usual en España, no deja de ser curioso también que Robert Jordan acabe
teniendo una relación amorosa con una mujer llamada como la novia de Tinker en
“Campo X”.
“Chang” Sellés, Tinker
y Dahl formaron la “Patrulla Americana” durante las batallas del Jarama y de
Guadalajara. En la primera, “Chang” tuvo que cumplir una trágica misión.
Durante un combate aéreo un piloto español de la escuadrilla, Antonio Blanch,
fue alcanzado y se vio forzado a saltar de su avión a dos mil metros de altura
con la fatal suerte de que no se le abrió el paracaídas. “Chang” fue el único
que vio el lugar de la caída de Blanch y allí se dirigió después de la misión
con un coche de la escuadrilla a recoger el cadáver de su compañero.
En abril de 1937, y
ante la sorpresa de sus compañeros de escuadrilla, "Chang" Sellés desaparece
sin dejar rastro. En el aeródromo de Azuqueca quedan sus maletas. Frank G.
Tinker señala en sus memorias que un oficial soviético les dijo que “Chang”
había sido fusilado por espía. Tinker, que publicó sus memorias después de su
regreso a Estados Unidos en agosto del mismo año 1937, no pudo rectificar esta
versión porque murió el 13 de junio 1939 de un disparo de pistola en un hotel
de Little Rock (Arkansas), en circunstancias extrañas que se atribuyen a un
suicidio.
Lo cierto es que mientras
se encontraba en Valencia de permiso, “Chang” Sellés fue detenido por los
servicios de inteligencia republicanos como sospechoso de ser un agente enemigo.
Sin duda, su origen japonés debió de alimentar esa sospecha. Estoy convencido
de que para detenerle esperaron a que no estuviera con sus compañeros de
escuadrilla para evitarse problemas. No sé hasta dónde habrían llegado éstos para
impedirlo, pero estoy seguro de que ninguno de ellos, empezando por su jefe García
Lacalle, habría permitido que se lo llevaran sin que se probara tan grave acusación.
Porque a “Chang” Sellés
lo detuvieron al modo soviético, de tal forma que era nuestro protagonista el que,
entre tortura y tortura, tenía que demostrar su inocencia del cargo que se le
imputaba. Tan insólita es la peripecia de este piloto republicano que
encontramos el testimonio de su detención por los servicios secretos de su
propio bando en la Causa General franquista, en una declaración realizada en
Valencia el 25 de septiembre de 1942 ante los vencedores de la contienda, que por
su parte tampoco dudaron en encarcelarlo y procesarlo por haber combatido en
las filas republicanas. La declaración completa de Sellés puede encontrarla el lector en el blog
Según esta declaración,
“Chang” Sellés fue detenido por agentes gubernamentales en el hotel Inglés el
31 de marzo de 1937 y conducido a la checa de la calle de Bailia, 2, donde
permaneció cerca de un mes y fue interrogado por agentes españoles. Después fue
llevado a la checa de la calle de Nicolas Salmerón, donde fue interrogado por agentes
extranjeros. Allí le apalearon y le amenazaron con asesinarlo por negarse a
reconocer su condición de espía.
“Chang” identifica en
su declaración a los responsables de cada checa, así como a los que allí actuaban.
De la de Nicolás Salmerón formaban parte varias mujeres, dos de ellas de nacionalidad
rusa. “Chang” identifica también a una llamada “Madame Pascual que se supone
era la primera mujer de Marcelino Domingo”, quien había sido varias veces
ministro en la Segunda República.
Días después, “Chang”
es conducido a una nueva checa, la del convento de Santa Úrsula, donde
permanecerá nueve meses. Allí será sometido a la tortura del encajonamiento.
Así la describe en su declaración: “Unos cajones de un metro cuadrado, por dos
de alto y otros de menor tamaño, donde estaban completamente encojidos (sic) varios
días sin alimentación de ninguna clase pasando sucesivamente a otros de menor
tamaño”. Una noche le llegaron a encerrar “en el panteón de las Monjas entre
ataúdes y restos de cadáveres”. A un compañero de cautiverio, José Domingo
Vargues, le quemaron las plantas de los pies. “Chang” recordaba que, a
consecuencia de las torturas sufridas, este Vargues “encaneció totalmente”.
Desde Santa Ursula,
“Chang” fue trasladado después a un campo de concentración en Segorbe (Castellón),
donde estuvo otros nueve meses, para acabar en el convento de San Miguel de
Liria donde permaneció otros tres meses, “donde estaban bien atendidos sin ser
maltratados”. Pasó después a la checa de las Escuelas Pías, donde permaneció cerca
de tres meses encerrado en celdas de castigo hasta su liberación.
Lo que parece
inverosímil es que el 12 de junio de 1938, en pleno cautiverio de “Chang”,
el Gobierno republicano publicara en el “Diario Oficial del Ministerio de
Defensa Nacional” una circular por la que resolvía que “el teniente Luis Cozar
Trujillo y el sargento José Sellés Ojino (sic) causen baja en el Arma de
Aviación por hallarse en ignorado paradero, sin perjuicio de la responsabilidad
en que pudieran haber incurrido por abandono de destino, si a ello hubiere
lugar”. Es decir, además de ser detenido y torturado por su propio bando, éste le declaraba desertor.
No es fácil imaginar el
devastador efecto que pudo hacer en un joven idealista y animoso como “Chang”
Sellés la experiencia de tan largo cautiverio en las temibles checas. Venir a
España desde Tokio a servir al país de tus orígenes paternos, enrolarte en su
aviación militar una vez comenzada la contienda civil, jugarte la vida en una
patrulla de cazas contra la aviación enemiga, para que al final tu propio bando
te secuestre y martirice con el propósito de que confieses una culpa
inexistente, es mucho más de lo que un Chaves Nogales podría haber nunca
imaginado jamás.
Estoy seguro, sin
embargo, de que el alegre y optimista Pepe Sellés supo resurgir de entre sus
peores pesadillas y dejar todo aquello atrás después de su procesamiento y encarcelamiento
por los vencedores. A ello le ayudó la mujer con la que contraería matrimonio en
Novelda en 1944, Encarnación López, que según la memoria familiar de los Anglés
era familia de su padre, a la que acudió para restablecerse con sus cuidados de
la devastación de la guerra. José encontró en Encarnación las alas que le
hicieron remontar el vuelo, lo mismo que en las dos hijas del matrimonio: Rosa
María y María Luisa.
De su vida posterior tenemos algunos retazos, conservados entre recuerdos de la familia. En 1953 participó en la fundación del primer club de Judo de Valencia, el "Sakura No Hana", del que fue profesor, pues había obtenido el cinturón negro de este arte marcial en la escuela de aviación de Nagoya. Era también un auténtico maestro en Jiu-jitsu.
Cuenta Carmen Vidal
Sellés en la página web https://gw.geneanet.org/
que un día se encaró con Pepe Sellés en un autobús un hombre de muy mala educación
que medía dos palmos más que él, pues nuestro protagonista era bajo de estatura.
El hombre había molestado a su esposa Encarnación, y no sólo no le pidió
disculpas, sino que se enfrentó a él envalentonado por su ventaja en altura,
lanzándole un puñetazo. Pepe Sellés no sólo esquivó el puño del contrario, sino
que le hizo una de sus llaves de “Jiu-jitsu" y, cuenta Carmen Vidal
Sellés, “literalmente lo tiró por la ventana del autobús”.
José “Chang” Sellés
Ogino falleció en Valencia el 12 de febrero de 1989, con 77 años de edad. Quizás
nunca llegaría a imaginar que su historia personal le pudiera convertir en el nuevo
siglo por venir en una lección viva de los desastres de la guerra, como un
personaje escapado de las páginas de “A sangre y fuego” de Chaves Nogales, el
director de aquel periódico, “Ahora”, que convirtió en noticia su venida desde
Japón a cumplir su sueño como piloto en los cielos de España.