SUÑOL GARRIGA: LA HISTORIA DE DOS TUMBAS HERMANADAS EN GUADARRAMA Y POLINESIA (y 6)


Ricardo Zamora recoge el trofeo de la Copa de España, en la que el Madrid venció al Barça por dos goles a uno en el valenciano campo de Mestalla, el 21 de junio de 1936, poco más de tres semanas antes de la Guerra Civil. Fue la última aparición pública de José Suñol Garriga como presidente del club blaugrana. ("Crónica", 28 de junio de 1936. Fotografía de Vidal Corella)

 Hoy culmino esta serie sobre la figura de José Suñol Garriga, presidente del Barça y diputado de ERC, asesinado el 6 de agosto de 1936 por fuerzas sublevadas en las afueras de la localidad madrileña de Guadarrama, con un repaso a su interesante faceta como dirigente y mecenas deportivo, en la que el lector encontrará un trepidante y exótico capítulo.

Suñol estaba vinculado como socio al FC Barcelona desde 1925. Como señala Ángel Iturriaga Barco, autor de “El poder político y social en la historia del Fútbol Club Barcelona (1899-2015)”, la figura de Suñol es la primera en la historia de barcelonismo que sentencia que “ser barcelonista es ser catalanista”.

El mismo Iturriaga afirma que la causa de la afiliación de Suñol al club fue motivada en respuesta a la clausura del campo de Les Corts y el exilio forzoso del presidente Joan Gamper, su fundador, por parte de la dictadura de Primo de Rivera. El motivo fueron los pitidos que se oyeron en el estadio durante la interpretación de la “Marcha Real” con ocasión de un partido del Barça contra el C.D. Júpiter, un modesto club del barrio del Poble Nou, celebrado el 14 de junio de aquel mismo año 1925. 

Desde la temporada 1928-1929, Suñol era vocal de la directiva azulgrana en la que figuraba como vicesecretario su cuñado, Miguel Soler Elías. No es aventurado suponer que fuera éste quien animara a Suñol a dar el paso para integrarse en la directiva.

Dentro del Barça, las dotes diplomáticas y conciliadoras de Suñol le llevaron a ser designado en 1930 para que mediara en un conflicto salarial entre la directiva y los jugadores de fútbol, que se resolvió precisamente gracias a una reunión celebrada en su domicilio del número 98 del Paseo de Gracia, con asistencia del presidente barcelonista de entonces, Tomás Rosés, y un representante de los jugadores que no fue identificado por la prensa, aunque seguramente se tratara del mítico Pepe Samitier, quien mantuvo siempre una cordialísima relación con Suñol, como prueba que éste fuera en 1929 padrino en su boda con Consuelo Aranda.

En julio de 1934, en plena fractura entre la directiva y los socios, éstos le pidieron a Suñol que aceptara la presidencia, pero la rechazó por motivos de salud. No obstante, la asamblea propuso que fuera él quien nombrara a la nueva directiva, prueba de la confianza que generaba su figura. Suñol acepta el encargo y propone como presidente, y así se acuerda, al industrial Esteban Salas. Asimismo toma una decisión histórica: incluir en su propuesta a una mujer, Ana María Martínez Sagi, comentarista deportiva de “La Rambla”, además de poetisa y atleta, de la que el escritor Juan Manuel de Prada ha compilado su obra periodística y poética en "La voz sola". Será la primera directiva de un club en la historia del fútbol en España.

El nombramiento de Ana Martínez Sagi como directiva del Barça a propuesta de Suñol Garriga. ("Crónica, 26 de agosto de 1934. Biblioteca Nacional de España)

Al año siguiente, 1935, los socios vuelven a ofrecer a Suñol la presidencia del Barça, confiando en que pudiera enderezar la maltrecha situación financiera del club. En esta ocasión acepta, siendo elegido por aclamación el 30 de julio.

De su paso por la presidencia se recuerda el fichaje del que se consideraba el mejor entrenador del mundo, el irlandés Patrick O’Connell. Durante la temporada 1935-1936, el club blaugrana ganó el Campeonato de Cataluña y perdió la final de la Copa de España, también llamada del Presidente de la República, frente al Madrid FC. Este encuentro, disputado el 21 de junio de 1936, apenas un mes antes del inicio de la Guerra Civil, en el campo de Mestalla de Valencia, fue la última gran aparición pública de Suñol como presidente del club culé.

El partido fue muy disputado y terminó con victoria del Madrid por dos goles a uno, con una actuación memorable de Zamora en el que sería su último encuentro. Así resumió el choque el propio Suñol en declaraciones a un medio deportivo:

 “Ha vencido el Madrid, como podía haber ganado el Barcelona. El Madrid consiguió marcar a los pocos minutos del partido, y luego se ha defendido muy bien y no se ha dejado arrebatar la victoria”.

 Apenas tres semanas después de la final de la Copa, el 4 de julio, de regreso de Madrid, Suñol había reunido a la directiva del Barça para tratar de la celebración de la próxima asamblea. Cinco días más tarde, el 9 de julio de 1936, anunció a Antoni Ollé Bertrán, periodista de “El Mundo Deportivo”, su dimisión como presidente el Barça aduciendo que, por sus múltiples ocupaciones, no podía atender las responsabilidades del cargo.

Suñol atendió al periodista en una terraza barcelonesa recién llegado de Madrid en avión, según relata “El Mundo Deportivo” en la entrevista que publicó al día siguiente, 10 de julio:

“–Tengo una hora para usted –le dijo el presidente al redactor para abrir la entrevista–. Me voy a mi casa de Tona a descansar unos días. Mis negocios, la política, el fútbol... No puede usted figurarse la agitación continua en que vivo. Y, sin embargo, sin esto, me faltaría distracción. En primer lugar, voy a darle una noticia que no la he dicho a nadie. Usted es el primero en conocerla. Dimito la presidencia del Barcelona.

-No le aceptarán la dimisión. Será usted reelegido.

-Renunciaré en tal caso. Esta continua agitación es demasiado para mí. Mi decisión es firme. Entre mis compañeros de Directiva hay quien podría ocupar este cargo con merecimiento” 

 Su inesperada despedida en “El Mundo Deportivo” vino acompañada de unas polémicas declaraciones en las que clamaba por la necesidad de un cambio radical en la organización del fútbol profesional en España, que a su juicio beneficiaba a los madridistas:

 “Urge cambiar la orientación del fútbol hispano, especialmente por el mal efecto que produce el hecho de que lo rija un comité de cinco personalidades, tres de las cuales sean invariablemente del Madrid FC. No debemos olvidar que del Comité Nacional depende el Colegio Nacional de Árbitros y que los árbitros para los partidos son designados por dicho Comité. En la asamblea de fútbol que debe celebrarse por octubre interesa dar la batalla firmemente y el Barcelona debe tener un sitio en esta ofensiva”.

 Tales declaraciones ocasionaron un enorme revuelo. En las páginas deportivas de “ABC” se hacía mención a las mismas el viernes 17 de julio, con una frase que en esa misma fecha, en la que se va a producir el golpe militar con la sublevación del Ejército de África contra el Gobierno, suena atronadoramente: “Esta es una declaración de guerra del bizarro Sr. Suñol”.

 En consecuencia, Suñol se vio obligado a matizar sus palabras en una entrevista para el diario “La Voz” de Madrid publicada el viernes 17 de julio, fatídico día en que comenzaría la Guerra Civil con la sublevación del Ejército de África. Es posiblemente la última aparición con vida de Suñol en un diario, y en la crónica figura una fotografía suya.

El autor de la entrevista aseguraba haber abordado a Suñol aprovechando su presencia en Madrid, posiblemente en el hotel Palace donde se alojaba cuando venía a la capital. Por una nota breve del diario “Liberal” de fecha 14 de julio sabemos que Suñol había salido la noche anterior en el expreso de Barcelona a Madrid junto con otros políticos, entre los que figuraba Portela Valladares, seguramente con el fin de asistir a las sesiones de las Cortes.

El cadáver de Calvo Sotelo fotografiado por Alfonso en el madrileño cementerio del Este. Suñol Garriga conocerá  la noticia del asesinato del líder de la oposición al llegar a Madrid desde Barcelona en tren aquel mismo 13 de julio.

Sin embargo, en su llegada a Madrid se va a dar de bruces con la noticia de que en la madrugada del lunes 13 de julio, mientras él viajaba en el expreso de Barcelona, había sido asesinado en Madrid el diputado José Calvo Sotelo, líder de la oposición, por guardias de asalto y miembros de la escolta del ministro Indalecio Prieto, en un hecho que desbordó la tensión política y social en España, ya agudizada por el asesinato por derechistas del teniente José Castillo, de la Guardia de Asalto, el día anterior.

El mismo día 13 en que Suñol llega a Madrid, el presidente de la República, Manuel Azaña, firma un decreto por el que se suspendían las sesiones de las Cortes durante ocho días. Asimismo el Gobierno decretaría el estado de alarma. En la tarde del martes 14 de julio es muy probable que Suñol asistiera a la reunión que la minoría de Esquerra Republicana de Catalunya celebró en el Congreso bajo la presidencia de Joan Lluhí, entonces ministro de Trabajo, Sanidad y Previsión Social. En esta reunión se acordó cerrar filas con el Gobierno de Casares Quiroga ante los últimos acontecimientos

Cabe suponer que el golpe militar del viernes 17 de julio pudo sorprender al diputado catalán ya de camino de vuelta hacia Barcelona o recién llegado a esta última, dado que ese fin de semana se celebraba en la ciudad condal el congreso de ERC. 

Como hemos visto, en el tiempo que permanece en Madrid, a pesar de las terribles noticias que se han producido, Suñol considerará necesario explicar sus declaraciones contra el Madrid en el anuncio de su dimisión como presidente del Barcelona y para ello concederá la entrevista al diario “La Voz”, que se publicará el mismo día del golpe militar, el 17 de julio.

La última entrevista concedida a un diario por José Suñol Garriga, aparecida en "La Voz" el fatídico 17 de julio de 1936. (Biblioteca Nacional de España) 

        En dicha entrevista, la última que concede antes de su desaparición, anuncia su propósito de continuar en la directiva del club blaugrana como vocal:

 Quiero ser sólo, por ahora, uno más en la colaboración directiva que va a hacer el gran Barcelona. Mi propósito es demostrar que para que un gran Club pueda prosperar es necesario en él un gran estado mayor, una Directiva apta, capacitada y entusiástica, que labore bien unida. De ese Estado mayor cualquiera de ellos puede ser el capitán, el presidente. Un presidente fracasará siempre si sus compañeros de Junta no están unidos y son en capacidad y conocimientos tanto como él. Y a eso vamos en el Barcelona. Yo me quedo de vocal, y como fío en mis compañeros, tengo la evidencia de que, trabajando todos unidos, haremos ese Barcelona grande que la afición catalana se merece”.

 Cuando el periodista ya había dado por concluida la entrevista, el presidente del Barça, le retuvo un minuto más para añadir unas palabras de reconocimiento al presidente del Madrid, que había alabado su deportiva conducta al felicitar al equipo blanco como ganador de la final de la Copa de España en Mestalla:

 “¡Ah! Y quiero hacer constar –señalaba Suñol– mi gratitud pública al presidente del Madrid, D. Rafael Sánchez Guerra, por su artículo en el que hacía resaltar mi actitud obligada de felicitación al Madrid; por mediación de su presidente, tan pronto como terminó en Mestalla la final. Yo procedí como debía, deportivamente. El Sr. Sánchez Guerra lo ha reconocido así y ha dado fe pública de mi proceder. Yo respondo igualmente expresándole mi gratitud”.

 No es difícil imaginar que este gesto de Suñol, así como el conjunto de la entrevista, tenía un propósito conciliador con el club blanco, máxime en los momentos que atravesaba España, bajo el estado de alarma provocado por la violencia política. Como si Suñol quisiera poner la sana rivalidad deportiva como ejemplo para un país convulsionado que en apenas unos días después se abismaría en la contienda fratricida.

Al mismo tiempo que anunciaba su dimisión, se convocaba una asamblea de socios del club para el siguiente 25 de julio con el fin de elegir a su sucesor. Dicha asamblea, con la Guerra Civil recién comenzada, no se celebró. Sin embargo, en la nota publicada por “La Vanguardia” el fatídico 17 de julio de 1936 para anunciar la convocatoria de la asamblea, se daba por seguro que la mano de derecha de Suñol, el doctor Soler Juliá, sería su sucesor al frente de la presidencia del club.

Lo que sí se produjo, el 31 de julio, ya comenzada la guerra, fue una reunión de la junta directiva del club, la última de Suñol con vida, en la que se trató de cuestiones meramente deportivas, según informó “La Vanguardia” en su edición del 2 de agosto.

José Suñol Garriga fue en su tiempo lo que se dice un líder con carisma, de los que no dejaba a nadie indiferente. De la opinión que despertaba en el mundo del periodismo es muy ilustrativa la reseña que le dedicó, con tono desenfadado pero no menos elogioso, el semanario barcelonés de literatura, arte y política “Mirador” el 3 de octubre de 1929, a raíz de su elección como presidente de la Federación Catalana de Fútbol:

 El señor Josep Sunyol i Garriga es uno de aquellos hombres que han nacido para ser presidentes. La figura, la simpatía, la posición social, todo le acompaña. Para presidir como Dios manda a veces es tan necesaria una inteligencia despierta como una panza respetable. El señor Sunyol tiene una cosa y la otra. Posee la frivolidad y la gravedad precisas que requieren los cargos importantes y populares. Tan presidenciales son las ideas y la buena voluntad del señor Sunyol como sus corbatas”.

 Suñol representa, sin duda alguna, un adelantado de su tiempo, sobre todo respecto de la labor educativa del deporte, de su función integradora y cohesionadora de la sociedad y de su papel promotor de la igualdad entre hombres y mujeres. Su figura fue adquiriendo para mí, a medida que avanzaba en la investigación, un sinfín de nuevos e interesantes matices, como la de su poco conocida faceta como mecenas de un increíble proyecto de circunnavegación del mundo que se me hace irresistible contar.

La goleta "Evalú", con la que Enrique Blanco, su mujer Mary Dohonez y su hija Evaline navegaron en 1930 desde Boston a Barcelona. ("Mundo gráfico", 17 de septiembre de 1930, Biblioteca Nacional de España)

Es la historia de una aventura formidable protagonizada por un navegante catalán afincado en Estados Unidos, Enrique Blanco Alberich, su mujer norteamericana, Mary Dohonez, y su hija, Evaline Luise, familiarmente conocida como Evalú, que entonces contaba con solo 7 años de edad.

Enrique Blanco se había embarcado como marinero en 1907, con 16 años, en el bergantín-goleta «Clotilde», que zarpó de Barcelona para la carrera de América. Navegó después en muchos barcos de vela y de vapor, de diferentes banderas, hasta que en 1911 desembarcó definitivamente en los Estados Unidos. Enrolado en el Ejército norteamericano, se licenció en 1914 con el grado de sargento de artillería. A partir de entonces fue profesor de español en distintas universidades americanas, hasta que en 1930, destinado en la de Iowa, decide emprender el viaje por mar de vuelta a España con su mujer y su hija Evalú.

Blanco Alberich adquirió una goleta bermudiana de doce metros de eslora a la que llamó precisamente «Evalú», y en compañía de su mujer y su hija se hizo a la mar en Boston el 12 de julio de 1930. Blanco se ayudó de un sextante, un reloj de bolsillo que hacía de cronómetro y un almanaque náutico y tablas americanas Martelli, pero nunca había practicado con ellos y solamente poco tiempo antes de salir un capitán amigo suyo le dio una clase teórica de dos horas sobre determinación de la situación por las observaciones del sol. Es decir, tuvo que ir aprendiendo sobre la marcha, y cuando aprendió ya estaba en Terranova.

El "Evalú" en el puerto de Melilla después de culminar la travesía del Atlántico. ("Mundo gráfico", 17 de octubre de 1930. Biblioteca Nacional de España) 

Al principio navegaron a lo largo de la costa americana hasta el sur de Terranova y de allí a las Azores, a donde llegaron el 21 de agosto. Después de descansar cinco días, zarparon el día 26 de Punta Delgada rumbo a Gibraltar, adonde llegaron el 9 de septiembre, culminando así la travesía del Atlántico. Tras una breve estancia de sólo día y medio fueron a Melilla, donde vivían los padres de Blanco. Desde allí salieron el día 25 hacia Barcelona, donde su llegada el 5 de octubre fue todo un acontecimiento, después de 85 días de navegación a vela, ya que carecía de motor auxiliar. Recibidos triunfalmente, durante cuatro meses fueron objeto de un sinfín de homenajes por toda la ciudad.

A la izquierda, la llegada del "Evalú" al puerto de Barcelona, rodeado de embarcaciones. A la derecha, Enrique Blanco, su mujer Mary y su hija Evalú, agasajados al desembarcar en la Ciudad Condal. Conmueve la triste expresión de Mary, que sería internada en el manicomio de Sant Boi de Llobregat poco después. (La Hormiga de Oro, 9 de octubre de 1931. Biblioteca Nacional de España)

El viaje transatlántico de la familia Blanco les costaría, sin embargo, un alto precio. La mujer sufrió una crisis mental durante la singladura, de la que nunca se reestableció, y fue internada en el manicomio de Sant Boi de Llobregat nada más desembarcar en Barcelona.

La gesta de Enrique Blanco y su familia no pasó inadvertida para José Suñol Garriga, que ya era una de las figuras más notables del deporte catalán de la época. El futuro presidente del Barça se convirtió muy pronto en mecenas del navegante, a quien organizó varias conferencias para explicar su viaje. Estas charlas terminarían en forma de libro, titulado “Boston–Barcelona” en su edición catalana y “La Gesta del Evalú” en su versión castellana, ambas publicadas en 1931 en Barcelona. El libro ha sido recuperado hoy por la editorial La Campana.

A Enrique Blanco le rondaba la cabeza desde hacía tiempo la idea de circunvalar el mundo, como hizo por vez primera el marino vasco Juan Sebastián Elcano. Se acaban de cumplir precisamente 500 años desde que zarpó desde Sanlúcar de Barrameda. la expedición capitaneada por Magallanes y patrocinada por el emperador Carlos I.  

Cuando Blanco le contó su proyecto a Suñol Garriga, éste no dudó en apoyar financieramente la empresa. Así, Enrique Blanco y su hija Evalú se dispusieron a emprender la travesía, pero antes Barcelona les rindió un gran homenaje en el  campo de Les Corts, el domingo 15 de febrero, donde la pequeña Evalú hizo el saque de honor al comienzo del partido entre el FC Barcelona y el Europa. Es lógico imaginar que fuera Suñol Garriga quien organizó este homenaje en el estadio del Barça a los intrépidos y singulares navegantes.

Homenaje en Les Corts, estadio del FC Barcelona, a Enrique Blanco y a su hija Evalú, que hizo el saque de honor del encuentro con el Europa. Es seguro que esta celebración fue impulsada por Suñol Garriga, quien se convertirá en un entusiasta promotor de las aventuras del navegante. ("La Vanguardia", 12 de febrero de 1931)

El 22 de marzo de 1931, pocas semanas antes de la proclamación de la Segunda República, Enrique Blanco y su hija zarparon de Barcelona en su goleta acompañados de otro aventurero, Ignacio Morató, un obrero del vidrio que nunca había navegado, quien les abandonaría al llegar a Santa Cruz de Tenerife. En julio, el “Evalú” zarpó de nuevo, pero al cabo de tres meses sin dar noticias de su paradero, saltó la alarma.

“El Heraldo de Madrid”, en su edición del 25 de septiembre, recogió una entrevista con Suñol Garriga bajo el título “Enrique Blanco se ha perdido en el Océano. Resumen de su vida a modo de responso”, en la que el ya diputado de ERC manifestaba su temor de que Enrique Blanco y su hija hubieran naufragado.

La noticia de la desaparición del "Evalú" meses después de haber zarpado de Barcelona para dar la vuelta al mundo con el patrocinio de Suñol Garriga ("Ahora", 25 de septiembre de 1931, Biblioteca Nacional de España)

Lo cierto es que en los primeros días de octubre, una agencia de noticias y luego el Ministerio de Estado español, comunicaron que el «Evalú» y sus dos tripulantes habían «llegado bien» al puerto venezolano de La Guayra, desde el cual, después del necesario descanso continuarían viaje a Colombia para adentrarse después, a través del Canal de Panamá, en el Pacífico.

Nada volvió a saberse de Blanco y su hija hasta que unos años después el escultor catalán Serra Güell, en uno de sus frecuentes viajes de estudio, encontró al navegante en una isla de la Polinesia, dedicado a servir de guía en las excursiones isleñas de los turistas. De su hija Evalú, la primera mujer en cruzar el Atlántico en un barco de vela con sus padres como navegantes solitarios, nada decían las noticias del escultor.

Por fin, “La Vanguardia Española”, en su edición del 18 de mayo de 1968, publicó un artículo de su colaborador Juan B. Robert acerca del paradero de Evalú Blanco, a propósito de un artículo escrito un mes antes en el mismo diario por el director del Puerto de Barcelona, Aurelio González Isla, sobre la hazaña transoceánica de la goleta “Evalú”.

Juan B. Robert, a través de la información de un colega norteamericano experto en náutica, había sabido en 1955 que Evalú Blanco residía en Nueva York. Robert respondió a la misiva de su colega enviándole un ejemplar de su propiedad de “La gesta del Evalú” firmado por el propio Enrique Blanco para que se lo hiciera llegar a la hija del navegante, con el ruego de que la recordara que él había sido uno de los miles de barceloneses que participaron en la apoteósica bienvenida a los tripulantes de la goleta en su llegada al puerto de la Ciudad Condal.

Evalú, la hija del navegante Enrique Blanco, en los años 60

Al fin, en enero de 1956, Juan B. Robert recibió la esperada misiva de Evalú Blanco, que cito tal y como la transcribió el diario barcelonés:

 Muy estimado señor:

  El señor M. Closkey me escribió hace un mes, y con su carta incluyó la de Ud. No es necesario decir cuán agradable fue la impresión que recibí de ella. Siempre siento cierta titilación al saber que todavía pueden crear interés las hazañas de mi querido padre, y le seré siempre agradecida por el modo en que me mostró parte de nuestro mundo inquieto.

Mis padres viven todavía, separados, por lástima. Mi madre vive en el interior de los Estados Unidos. Mi padre sigue viviendo en Papeeté, Tahití, adonde fuimos a dar los dos en la primavera de 1933, y donde pasé unos años de adolescencia inolvidables. Tenemos una casita allá, y él se gana la vida enseñando el inglés y el español. No fue solamente el encanto de Tahití que nos detuvo, sino también la falta de capital, indisposición que suele afectar mucha gente.

En 1938 salí sola de Tahití para continuar mis estudios en el colegio de Nouméa, Nueva Caledonia. Intervino la Segunda Guerra Mundial y nunca he tenido oportunidad de volver a mi casa.

Mi padre se encuentra en muy buena salud, pero creo que está harto de travesías oceánicas en pequeños barcos. Vive tranquilamente ahora como cualquier ciudadano.

Está Ud. desilusionado. Posiblemente tengamos la impresión que una persona capaz de grandes hechos debe ser de fibra especial. Pero en el análisis final somos todos muy iguales en nuestras características humanas.

Expresó Ud. el deseo de tener un retrato mío. El que le mando fue obtenido hace pocos años y no he cambiado desde aquel entonces.

Si tiene Ud. preguntas que no haya contestado en esta carta me daría gusto remediar la situación.

Entretanto le saludo muy respetuosamente,

Evalú B. de Neff


Vista de Papeeté, Tahíti, en la Polinesia, donde recaló y murió Enrique Blanco 

 La tumba de Enrique Blanco se encuentra en el cementerio municipal de Papeeté, Tahití, en la Polinesia. Con la madera de su barco, los nativos hicieron una cabaña que lucía en su puerta el nombre de “Evalú”. El mecenas de la vuelta al mundo de este singular navegante, José Suñol Garriga, fue asesinado al comienzo de la Guerra Civil, cinco años después de que Blanco y su hija Evalú zarparan de Barcelona. Su tumba desconocida sigue anclada bajo las laderas de aquel “Guadarrama, viejo amigo, sierra gris y blanca” que cantó Antonio Machado, nuestro poeta muerto en el destierro. Permítanme hoy hermanar a través del recuerdo las tumbas de estos dos españoles de Cataluña, en Guadarrama y Polinesia, tan lejanas: una por perdida, otra por distante.   

 

 

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