MONÁRQUICO, CATÓLICO... Y CHEQUISTA DE LA FAI

 

Crónica del funeral por la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena celebrado en la madrileña iglesia de Santa Bárbara, a la que asistió como fervoroso monárquico Lázaro Aguilera Blanco. "La Nación", 17 de mayo de 1932. Biblioteca Nacional de España. 

Aquel 18 de junio de 1939, frente al pelotón de fusilamiento, el teniente Lázaro Aguilera Blanco no habría de recordar la tarde en la que su padre le llevó a conocer el hielo porque en su pueblo natal, Zazuar, en tierras burgalesas, junto a Aranda de Duero, el hielo era un viejo conocido en los duros inviernos del llano.

No sabemos qué es lo que su memoria pudo recrear en los últimos instantes de sus veintisiete años de vida aquella madrugada de final de primavera, ante las bocas de los fusiles del pelotón franquista en el madrileño cementerio de la Almudena. Ante su destino final como oficial del derrotado ejército republicano que antes de la contienda había servido a una causa contraria al régimen del 14 de abril de 1931, acaso podamos imaginar que su último pensamiento solo podía acabar en un descarnado lamento por la tragedia de España y la suya propia.

 Las páginas de la Guerra Civil, pasadas hacia atrás vertiginosamente sobre ríos de sangre y tormentas de fuego, nos conducen a la vida de un joven empleado cuya rutina laboral y familiar en el agitado Madrid republicano se ve enardecida por su compromiso por la destronada causa monárquica y la fe católica. Lázaro Aguilera Blanco, nacido en Zazuar en 1912, se muestra muy activo en contra de la Segunda República desde los primeros meses. Su nombre no tarda en aparecer en letras de imprenta en los diarios por causa de esta actividad.

El 10 de enero de 1932 protagoniza una sonada protesta en Segovia durante un mitin de Acción Nacional, el partido católico fundado por Ángel Herrera Oria, predecesor de Acción Popular. Según la gacetilla aparecida dos días después en “El Debate”, órgano del partido, Lázaro Aguilera y Herminio de Miguel, ambos delegados de la administración del semanario católico “Los Hijos del Pueblo”, habían aprovechado el mitin para vocear y vender ejemplares del citado semanario.

Un grupo de socialistas, capitaneados por un teniente de alcalde del ayuntamiento, comenzaron a amenazarles con quemarles los periódicos para más tarde denunciarles ante el Gobierno Civil, que ordenó la requisa de los 1.500 ejemplares que les quedaban. Ante estos hechos, Lázaro Aguilera y su compañero se personaron ante el gobernador civil, quien respondió a sus protestas diciéndoles que él había autorizado el mitin pero no la venta del semanario. Además, según “El Debate”, el gobernador civil les dijo que “había ordenado la recogida de los números, porque los voceadores habían dado gritos subversivos, toda vez que gritar en defensa de las Órdenes religiosas se consideraba como tal en el actual régimen”.


Noticia en "El Debate" de la protesta protagonizada por Lázaro Aguilera en Segovia después de que la fuerza pública le requisara el semanario católico que estaba voceando y vendiendo. "El Debate", 12 de enero de 1932. Biblioteca Nacional de España.

Después de su tensa visita al gobernador civil, Lázaro Aguilera y su compañero “continuaron voceando en son de protesta el semanario, a pesar de no poseer ningún número y en más de una ocasión salió público a aplaudirlos desde los balcones de las calles”, según el diario católico. Durante toda su estancia en Segovia, ambos estuvieron bajo la vigilancia de una pareja de policías.

La siguiente noticia que tenemos de Lázaro Aguilera Blanco es su asistencia, junto con su hermano Teodoro, al funeral celebrado en la madrileña iglesia de Santa Bárbara, de las Salesas Reales, por la reina María Cristina de Habsburgo y Lorena, esposa de Alfonso XII y madre de Alfonso XIII, al que asiste, entre otras destacadas figuras, el líder de Partido Nacionalista, el doctor José María Albiñana, según la información del diario “La Nación” el 17 de mayo de 1932. 

Implicado en la "sanjurjada"

Un año después volvemos a tener nuevas de nuestro protagonista: el 23 de abril de 1933 otro semanario católico, “Renacer”, incluye en su edición una nota en la que hace votos por el restablecimiento de su delegado, Lázaro Aguilera, “entusiasta propagandista monárquico”, se encuentra “enfermo de gravedad”. La enfermedad, según “Renacer”, la contrajo “durante su estancia en la cárcel con motivo de los sucesos del 10 de agosto”. Se refiere a la “sanjurjada”, el fallido golpe militar de agosto de 1932 liderado por el general José Sanjurjo, en la que Lázaro Aguilera estuvo implicado junto con su hermano Teodoro, teniente de complemento. Sabemos que Teodoro fue condenado, junto con otros participantes en el golpe, a la deportación en Villa Cisneros, en el antiguo Sahara español, donde llegó en septiembre a bordo del barco “España 5”. 



Reportaje dedicado a los militares deportados a Villa Cisneros por su participación en el golpe del general Sanjurjo de agosto de 1932, entre los que figura el teniente Teodoro Aguilera Blanco, hermano de Lázaro, que se implicó también en la intentona.
  

Vuelven a pasar arrolladoramente las páginas del golpe militar y la contienda fratricida, con su reguero de muerte y destrucción, para devolvernos el nombre de Lázaro Aguilera Blanco, con 27 años, ya casado, entre las líneas mecanografiadas de un atestado de la policía militar franquista del madrileño distrito de Universidad. El atestado lleva fecha del 13 de abril de 1939, doce días después del último parte de guerra firmado por el general Franco, y notifica la detención de nuestro protagonista, como parte del sumario abierto contra él en la posguerra, conservado en el Archivo General e Histórico de la Defensa de Madrid.[1]

Es un documento impactante por muchas razones. Primero porque señala a Lázaro Aguilera Blanco como un afiliado de Falange antes del 18 de julio reconvertido en “pistolero de la FAI”. Segundo porque se le identifica como integrante de la checa anarquista “Spartacus”, del madrileño convento de las Salesas Reales, en la calle Santa Engracia, cuyos miembros pasaron posteriormente a integrar la oficialidad y el comisariado de la 77.ª Brigada Mixta. Y tercero porque achaca al grupo del que forma parte Lázaro Aguilera más de mil asesinatos, entre ellos los refugiados en un inmueble de la Embajada de Chile contiguo al convento de las Salesas Reales a los que, según el atestado, el propio Lázaro hizo salir a la calle engañándoles con la excusa de que se había propagado un incendio.

Atestado de la policía militar franquista sobre la detención de Lázaro Aguilera el 13 de abril de 1939, en el que se le identifica como pistolero de la FAI. Archivo General e Histórico de la Defensa.

  La pregunta que asalta a la vista del atestado es si el horror de la Guerra Civil pudo transmutar a un joven monárquico, derechista y católico que cuatro años antes se arrodillaba en el templo de Santa Bárbara, del convento de las Salesas Reales, en el funeral por la reina María Cristina, en un chequista de la FAI que decidía sobre la vida de otros monárquicos, derechistas y católicos como él en otro convento de las mismas Salesas Reales.

La confirmación, que encontramos en sus respuestas al interrogatorio policial y en la declaración que hace ante un juez franquista unos días después de su detención, produce escalofrío, como tantas realidades sorprendentes de la brutalmente compleja Guerra Civil.

Lázaro Aguilera confirma en ambas declaraciones que se había afiliado al Partido Nacionalista del doctor Albiñana veinte días antes de la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931, y que después se hizo militante de Renovación Española al fundarse este partido en 1933 bajo el liderazgo de Antonio Goicoechea, al que un año después sucedería José Calvo Sotelo.

Primera página de la declaración indagatoria de Lázaro Aguilera ante un juez franquista, en la que confirma haber sido militante de Renovación Española, liderado por Calvo Sotelo, y del Partido Nacionalista Español, fundado por Albiñana. Ambos líderes políticos serían asesinados por los frentepopulistas: Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936 y Albiñana en la cárcel Modelo el 23 de agosto siguiente.

El golpe militar de julio de 1936 le sorprendió hospitalizado en el sanatorio para tuberculosos de Húmera, fundado en 1913, del que fue evacuado ante la llegada de las tropas de Franco a las puertas de Madrid en noviembre siguiente. Trasladado a un hospital de la calle Pinar 12, fue detenido allí por las milicias el 28 de diciembre. Entre sus captores figuraba Rafael Bueno, un teniente de Sanidad que le conocía del sanatorio de Húmera, quien le delató como derechista al ser interrogado en el convento de las Salesas Reales, de la calle de Santa Engracia 18, asaltado, profanado y convertido en checa por la CNT-FAI.

“Le pusieron -continúa su declaración ante el juez- en el dilema de elegir entre ayudarles a ellos en sus fechorías, principalmente en la de señalar a las personas de derechas, con objeto de eliminarlos, o su vida, que el indagado en aquellos momentos y viendo que salvaba así su vida se decidió a ayudarles”.

Delator de la checa

Lázaro Aguilera desgranó ante el juez franquista todas las ocasiones en que, durante enero de 1937, denunció a personas supuestamente desafectas a la revolución, a sabiendas de que no se encontrarían en sus casas por estar escondidos, refugiados o huidos. Así, señaló a unos religiosos que vivían en la calle Almagro, en Chamberí, en casa de una viuda, pero a los que los milicianos no encontraron “con gran satisfacción del que dice”. Después delató al secretario del conde de Arellano, el abogado Conceso del Coso, de 33 años, al que tampoco hallaron en su casa de la calle de Jesús, en el barrio de las Cortes, aunque se llevaron detenido a su hermano de 18 años, al que interrogó el propio Aguilera en la checa de Santa Engracia para que denunciara a su vez a derechistas.

 “El muchacho aunque al principio tuvo valentía para negar, indicó el domicilio de tres personas a las cuales fueron a detener al día siguiente”, según la declaración de Aguilera. Solo encontraron a uno de ellos, empleado de Correos, al que condujeron a la comisaría de Chamberí, donde lo pusieron en libertad. El joven Coso salió de la “checa” gracias a las súplicas de su padre, de avanzada edad, aunque le advirtieron que volverían a por él al día siguiente, lo que hicieron, aunque no pudieron encontrarlo.

Convento de las Salesas Reales, en la madrileña calle Santa Engracia, convertido en checa de la CNT-FAI por las milicias del batallón "Spartacus", incorporado más tarde a la 77.ª Brigada Mixta del Ejército Popular, donde la checa siguió funcionando para eliminar a reclutas sospechosos de derechismo. Foto del autor.  

Al día siguiente, sin precisar la fecha, Aguilera declara que siguió colaborando en el mismo sentido, yendo a detener a derechistas previamente denunciados por él en compañía de varios de los miembros de “Spartacus”, como Víctor Rincón Moreno y Luis Payá. Por dos veces sus denunciados no son hallados, pero en la siguiente misión el joven monárquico va a ser testigo en primera persona del “modus operandi” de los sicarios de “Spartacus”.

Por mediación de un agente de la comisaría de Chamberí, se desplazan a la calle de Alcalá a detener a una joven, sobrina de un ingeniero apellidado Van-Baumberghen. En el domicilio allanado no encuentran a la joven, pero sí a un hombre llamado Joaquín Huici Poyales, al que conducen a Santa Engracia para interrogarle sobre el paradero del ingeniero. Huici se niega revelarlo, por lo que es conducido al Stadium Metropolitano, donde le despojan de su chaqueta y de sus objetos personales. Le insisten en que delate a su amigo y entonces, derrumbado, indica que solo sabe que vive en la calle Jorge Juan. “Acto seguido el Víctor Rincón le dio un tiro en la cabeza al señor Huici”, afirma Aguilera en su declaración.

“Al día siguiente -continúa Aguilera- se dirigieron a la calle de Jorge Juan donde se encontraban refugiados el Sr. Van Bauberghen (sic) con su familia, deteniendo al hermano del Sr. Van Bauberghen (sic), el cual se hizo pasar por éste para evitar su muerte”.

        Conducidos a la checa de “Spartacus”, allí los milicianos descubren que el detenido se ha hecho pasar por su hermano. Finalmente averiguan el paradero del Van-Baumberghen que buscaban y unos días después asesinan a ambos hermanos en el mismo Stadium. Aguilera denuncia como autores de la última detención a José Luzón y Acracio Ruiz, después comandante y comisario de la 77.ª Brigada Mixta, respectivamente.   

También menciona en su declaración a la artista de cabaret Victoria del Mar, a la que vio detenida en “Spartacus” y que luego sería asesinada, crimen del que es difícil no sospechar su índole sexual como tantos otros que debieron de producirse en el Madrid revolucionario. Entre los autores de su detención de la cantante y bailarina, Aguilera señala a un agente de la comisaría de Vallehermoso, Jaime Bosch, al que sorprendentemente encontró en la misma comisaría al ir a declarar después de su detención por la policía militar franquista, lo que denunció en el acto.

La "vedette" Victoria del Mar, a la que Aguilera aseguró haber visto detenida en la checa de "Spartacus" y que después sería asesinada. "¡Tararí!", 19 de mayo de 1932. Biblioteca Nacional de España.

En el interrogatorio, los agentes franquistas le preguntan si tenía noticias de asesinatos de jefes, oficiales y números de la Guardia Civil en la checa “Spartacus”. Aguilera asegura que sólo por rumores sabía de estos crímenes, de los que suponía autores a José Luzón y a un tal Vázquez. En efecto, en el convento de Santa Engracia se encontraban presos miembros de la Benemérita considerados desafectos por el comité de depuración del cuerpo. Treinta y cuatro de ellos serían fusilados en el cementerio de la Almudena en la noche del 19 de noviembre de 1936.

En la Causa General, en la pieza abierta sobre la checa “Spartacus”, hay varios testigos que contradicen la declaración exculpatoria de Lázaro Aguilera, que ya había sido fusilado. Uno de ellos es un hermano de Joaquín Huici, que asegura que fue detenido el 15 de enero de 1937 en Sagasta 33 por un grupo de milicianos que lideraba el antiguo militante de la derechista Renovación Española.[2] Otra denunciante señala a Aguilera como responsable de la detención de su padre, José Bariñaga Martínez, en la calle Miguel Servet 5, y le identifica nada menos que como “jefe de policía del batallón Espartacus”.

Más graves eran las acusaciones de un miliciano que estuvo destinado en el batallón “Spartacus”, Tomás Pardo, que afirmaba que Aguilera había participado en la detención de seis monjas que luego serían asesinadas, así como en la conducción y ejecución de los guardias civiles masacrados en el cementerio del Este. También le inculpaba en el asesinato de dos mujeres junto con Luis Payán, señalando que una vez muertas las abandonaron desnudas en la colonia del Viso.

Teniente de intendencia republicano

Aguilera afirma en sus declaraciones que en enero de 1937 pasó a formar parte de la 77.ª Brigada Mixta, como soldado de intendencia, aunque sería ascendido a teniente en febrero siguiente. Su nombre figura en un reportaje de la revista “Mundo gráfico”, del 12 de mayo de 1937, dedicado a los servicios de intendencia del Ejército de Centro republicano.

Confirmación del nombramiento de Lázaro Aguilera Blanco como teniente de intendencia del ejército republicano. Sería destinado a la 77.ª Brigada Mixta, formada por las milicias del batallón "Spartacus" que le habían detenido. Diario Oficial del Ministerio de Defensa Nacional, n.º 292, 6 de diciembre de 1937, pág. 447. 

Permanecerá hasta el final de la guerra en esta unidad, sobre la que le interrogan también después de su detención por las denuncias de asesinatos cometidos en sus filas contra suboficiales y soldados considerados derechistas, a los que se incluía en los partes como muertos al intentar desertar al enemigo, como fue costumbre en las unidades republicanas.

Conviene detenerse en esta denuncia, que señala una realidad muy pocas veces destacada, como es la derivación a las unidades del Ejército Popular, alejadas en los frentes, de la represión en la retaguardia republicana contra los presuntos desafectos. El caso de la 77.ª Brigada es muy significativo en este aspecto, pues en ella prosiguió efectivamente durante toda la contienda su labor criminal la checa “Spartacus”.

Reportaje dedicado a los servicios de intendencia del Ejército de Centro republicano, donde se cita a Lázaro Aguilera como teniente de la 77.ª Brigada Mixta (abajo). Con toda probabilidad sea uno de los retratados en la fotografía del centro de la página, pues se cita en el pie de foto a dos oficiales de su sección. "Mundo Gráfico", 12 de mayo de 1937. Biblioteca Nacional de España.



Creada mayoritariamente a partir de los batallones “Andalucía-Extremadura” y “Spartacus”, de CNT-FAI, y con menor presencia de fuerzas del “Ascaso” y “Temple y Rebeldía”, la 77.ª Brigada Mixta estuvo desplegada durante todo el conflicto en el frente de Madrid, como parte primero de la 16.ª División, en la Ciudad Universitaria y el Vértice Basurero, y después de la 9.ª División, en el frente del Tajo, en Aranjuez y Seseña.

A este frente, en el sector de Cuesta de la Reina, la 77.ª Brigada llega en el verano de 1937 y permanecerá en el mismo hasta el final de la guerra. En este escenario es donde se van a producir numerosas muertes en las filas de la unidad sin entrar en combate, provocadas por las purgas que mandos y comisarios ordenaban ejecutar contra los reclutas llegados a la unidad que fueran sospechosos de ser de derechas.

Mandos de la 77.ª Brigada Mixta retratados en el boletín de la unidad. Archivo Histórico Nacional.

Las purgas de la 77.ª Brigada

En la “Causa General” existe un informe dedicado específicamente a las denuncias de familiares sobre el asesinato de combatientes de la 77.ª Brigada Mixta a causa de estas purgas.[3] Lázaro Aguilera, ya fusilado cuando se elabora el informe, es citado por varios testimonios como denunciante de personas de derechas, pero no se le implica en los asesinatos cometidos en las propias filas de la unidad.

Interesa destacar que en este informe figuran testimonios de padres, hermanos o esposas que habían recibido confirmación del trágico fin de sus seres queridos por compañeros de la brigada.  Los asesinatos son también confirmados por varios mandos de la brigada e incluso por médicos militares que desempeñaban su labor en sus distintos batallones.

Así, Luis Frade Carranque, de 30 años, médico del primer batallón de la 77.ª Brigada Mixta, incorporado a la unidad en abril de 1937, afirma:

“En total se cometieron cerca de los setecientos asesinatos, hasta el punto de que sin entrar en combate la brigada hubo de reorganizarse dos veces por el número de bajas que tenía, siendo en su mayor parte ejecutados en una vaguada denominado El Valle de las Lágrimas en el sector de Seseña. (…) Que todos los asesinados después de hacerles cavar su propia sepultura eran dados de baja directamente por los capitanes de su Compañía, sin que el médico tuviera ninguna intervención ni conocimiento, empleando los capitanes la consabida fórmula para justificar el crimen de que habían intentado pasarse a las filas enemigas”.

Otro médico militar, Luís Yunta Quintero, de 33 años, incorporado en febrero de 1937, aseguró que “le presionaron para que firmara los certificados de defunción de unos que habían aparecido muertos a retaguardia de las trincheras y diciéndole que habían muerto en combate, cosa que extrañó enormemente al dicente ya que en los cadáveres había algunos de mujer”.

El mayor número de asesinatos se produjo en el 4.º Batallón, el 308 de la Brigada, cuyo jefe Antonio Guerrero González, apodado “El Sastre”, negó los asesinatos, aunque reconoció que hubo entre 15 o 16 soldados que murieron al intentar pasarse al enemigo. Guerrero fue acusado de formar parte del comité depurador de la Guardia Civil que ese estableció en el convento de Santa Engracia.

El comisario del 4.º batallón, Andrés Ferreras Ramírez, dijo ignorar que se asesinara a soldados considerados de derechas, pero “sí llegó a sospechar de que algo anormal ocurría dada la frecuencia de los partes que se cursaban en los que se daba cuenta que algún soldado había sido muerto al intentar pasarse a las fuerzas enemigas llegando a deducir el declarante que esta era la forma de justificar los asesinatos”.

Otros testimonios afirman que se cometían “tres o cinco diarios de media con seguridad absoluta” y que en dos meses de 1938 se cometieron más de 190 asesinatos coincidiendo con la llegada de una remesa de quintos catalanes. También se afirmaba que en el 4.º batallón hubo más de 200 asesinados.

De los testimonios recogidos después de la guerra apuntan dos lugares donde se realizaban las ejecuciones e inhumaciones de las víctimas de estas purgas, en fosas excavadas previamente por los propios fusilados.

Uno de ellos es la Casa de los Conejos, que era el puesto de mando de la brigada, donde figuran enterrados al menos cuatro combatientes asesinados en las purgas: Victorino Bayo Marín, guardia civil y miembro del espionaje franquista; Carlos Marín Ibáñez, teniente habilitado de la brigada; Luis Rodríguez Alonso y Alberto Jiménez de los Galanes.

Sobre este lugar, hay un interesante testimonio de un soldado, Arsenio Ponga, sobre la realización de una exhumación provisional en 1939 por la policía militar franquista a la que asistió como testigo junto con familiares del citado Luís Rodríguez Alonso, en la que aparecieron muchos cadáveres. El testimonio no confirma si se exhumaron o no, pero en la documentación de posguerra existente sobre fosas exhumadas en Aranjuez no hay señalada más que la del cementerio de la localidad. Por tanto, podríamos encontrarnos ante una o varias fosas desconocidas con restos de combatientes republicanos asesinados por sus propios camaradas.

El Valle de las Lágrimas

El segundo escenario es el que en la propia 77.ª Brigada Mixta se conocía como “Valle de las Lágrimas”, por ser el lugar predilecto para las ejecuciones en el seno de la unidad. No sabemos más de ella que el que se trata de una hondonada en el sector de Seseña (Toledo). En este lugar fueron asesinados y enterrados al menos los soldados Baltasar Parra Martín, Enrique Ruiz Penen y Antonio Martín Castro, además de otros combatientes.

Otros asesinados citados en el informe son Antonio Sánchez Gutiérrez, Antonio Moreno, Manuel Rodrigo Sánchez, José Rodríguez Muñoz, Evaristo García Alises, Manuel Díaz Ruiz, Monterroso Hernández, Milamón López Muñoz, Puig Artigas, Guillermo Collar Collar, Estanislao Iturria Gracia, Balbino López Sancho, Pedro Bonet Sabartés, Manuel Benzala Alvín, Ascanio Tebar Giménez, Bautista Claramonte Pilar y Gabino Rodríguez García, José González Prado; Francisco Torres Muñoz y Santiago Vila Orellán.

Asimismo, hay testimonios que declaran que los hermanos José y Fernando García Navarro, fusilados “en los alrededores de Aranjuez” con siete u ocho más, a los que se les obligó a cavar la fosa.

Otras declaraciones informan de que el soldado Antonio Verdonces Ponte fue condenado a la pena capital y ejecutado por intentar desertar a la zona franquista, aunque erró el rumbo y regresó a las filas republicanas gritando “Arriba España” y “Viva Franco”.  Seis soldados más, amigos del anterior, procedentes de Murcia, fueron asesinados por considerarlos cómplices de la frustrada evasión, según algunos testimonios.


Fichas de Lázaro Aguilera Blanco elaboradas por los servicios de información franquistas. Centro Documental de la Memoria Histórica.

Lázaro Aguilera Blanco fue juzgado el 17 de mayo de 1939, declarándose probado por el tribunal que denunció a personas derechistas, presenciando ejecuciones, pero no interviniendo en ellas. Entre los denunciados, la sentencia cita a los ya mencionados Huici y Van-Baumberghen, así como a un diputado por Badajoz apellidado Miranda, que debe de ser Francisco de Asís Sánchez Miranda, profesor de Derecho Canónico en la Universidad de Madrid, que obtuvo escaño por la CEDA en 1933, asesinado el 17 de enero de 1937 con 29 años junto al pedagogo Rufino Blanco y otras setenta personas.

La fiscalía había sumado a las acusaciones el ser “elemento influyente” de la checa “Spartacus”, donde interrogaba a los detenidos, llegando en una ocasión a maltratar a fustazos a una mujer allí detenida. También hizo gestiones, según la acusación, para detener a Ramón Serrano Suñer, el “cuñadísimo” de Franco. La defensa adujo que Lázaro Aguilera actuó como miembro del grupo de la FAI por "miedo insuperable", pero el tribunal rechazó el argumento, añadiendo la agravante de "trascendencia y peligrosidad de los hechos".

De resultas de las acusaciones contra los miembros de “Spartacus”, la justicia franquista condenó a muerte y ejecutó a Víctor Rincón Moreno, José Bocanegra Martín, Higinio Pérez Rodríguez, Manuel Real Verdejo y a los guardias civiles Restituto Castilla González y Ambrosio Rueda García, según recoge el investigador Manuel García Muñoz en su libro “Los fusilamientos de la Almudena”.[4]

La sentencia a la pena capital contra Lázaro Aguilera Blanco recibió el “enterado” del general Franco el 3 de junio. Quince días más tarde, pasadas las cinco de la madrugada, después de la descarga del pelotón de ejecución, el último pensamiento del joven monárquico, derechista y católico quedó convertido en hielo.

 



[1] AGHD, Madrid, Sumario 11842, año 1939, legajo 978, carpeta 6.

[2] AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1530, Exp. 11.

 [3]  AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1522, Exp. 34.

[4] Manuel García Muñoz, “Los fusilamientos de la Almudena”, La Esfera de los Libros, Madrid, 2012.

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